James Tynion IV y Lisandro Estherren (junto a artistas como María Llovet o Andrea Sorrentino) se ponen al frente de País de pesadillas (publica ECC Ediciones), una nueva aventura enmarcada dentro de la iniciativa Universo Sandman y que nace con el propósito de convertirse en una serie de largo recorrido.
«Solo es una puta friki, Bill«
Vaya por delante que son pocas (por no decir ninguna) las nociones que hacen falta tener acerca del universo de Sandman para poder disfrutar de la lectura que nos propone Tynion IV. Y es que la propia historia se encarga de remarcar que si bien son los mismos personajes que conocimos hace décadas en la serie original de Sueño y el resto de eternos, son versiones o encarnaciones diferentes, de tal manera que resultan novedosos y familiares al mismo tiempo. A fin de cuentas, además, hablamos del mundo onírico donde nada es permanente. Así pues, tanto si se ha seguido a pies juntillas todo lo relacionado con Sandman y Universo Sandman, como si solo se conoce la serie original o el revival de estos últimos años (o incluso solo la teleserie de Netflix), todos somos bienvenidos.
Y lo somos porque País de pesadillas, lejos de meterse en terrenos relativos a Sueño y sus dominios, trae las pesadillas al mundo real. O al menos unas pesadillas que nada tienen que ver con Morfeo o con Corintio. De ahí que el carismático personaje de bocas en lugar de ojos se tome la molestia de visitar nuestro mundo en busca de respuestas.
Tynion aborda un relato con mucho en común con una de sus obras de creación propia, Hay algo matando niños, en el sentido de abordar un thriller de corte terrorífico en el que entidades ajenas a nuestra realidad tangible buscan causar estragos entre nosotros y en el que las fronteras entre lo real e imaginario (o pesadillesco) son peligrosamente difusas.
Como carta de presentación País de pesadillas cumple con creces. Presenta bien a sus protagonistas y el conflicto creciente; evidencia su deuda y reverencia a la obra original de la que nace, pero marcando su propio camino; y plantea un primer arco que si no fuera por los necesarios cabos sueltos para poder prolongar su recorrido, podría haber funcionado como una estupenda miniserie.
James Tynion IV jugando con Sandman es un sueño cumplido para el autor (reconocido fan de Neil Gaiman y su obra) y para todos nosotros.
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