Código Fuente, la segunda película de Duncan Jones, juega con las posibilidades que ofrecen los viajes en el tiempo, aunque ofreciendo un enfoque que la posiciona en la senda de La Jetée y su remake, 12 monos.
Títulos recientes como Next o Déjà Vu utilizan una premisa similar pero tienen el problema de supeditarlo todo a la acción y carecen de más lecturas que la que aporta el primer visionado. Por ello, los parecidos de éstas con Código Fuente no pasan de ser anecdóticos.
Es palpable también la conexión con la serie Quantum Leap. El planteamiento inicial del film bebe bastante de dicha serie, razón por la cual se permite hacer algunos homenajes y que su protagonista tanga un pequeño cameo.
Más allá de la forma, lo que acerca a Código Fuente a la obra de Chris Marker y a 12 monos que a cualquiera de las obras mencionadas es el fondo metafísico, la psicología y el estado de desorientación que persigue al protagonista, así como una parte importante de la estética de la película.
Pero Código Fuente no bebe sólo de referencias externas. En el film se refuerzan algunas de las ideas planteadas en Moon. A Duncan Jones, debido a su formación en el campo de la filosofía, le interesa abordar temas relacionados a la condición humana, y la ciencia ficción se presta muy bien a ello. Así, a pesar de las notables diferencias en cuanto a forma, existe una estrecha relación entre sus dos películas, su punto de vista y el tema principal: la identidad. Sin querer entrar a profundizar mucho más para no desvelar gran cosa, sus dos protagonistas, Sam Bell y Colter Stevens, se plantean principalmente quiénes son y más aún, si son reales.
En Código Fuente encontramos temas menos trascendentales pero igual de interesantes y que giran en torno a la política y sociedad actuales. La disyuntiva seguridad-libertad y el creciente poder de la iniciativa privada en la escena pública (tema que también está recogido en Moon), dejando una pregunta en el aire ¿vale cualquier cosa si es por lograr un fin mayor?
La película se sitúa en un futuro cercano, tanto que perfectamente podría estar ambientada en la actualidad más inmediata; pero para darle un aspecto más atemporal a la historia, Colter (Jake Gyllenhaal) viste un traje de corte clásico que nos hace rememorar décadas pasadas (como en Destino Oculto, por ejemplo). Pequeños detalles que nos dicen que no está ocurriendo pero ¿y si…?
Sin embargo, lo interesante de Código Fuente no son la cantidad de homenajes ni las lecturas que se le puedan sacar; lo que destaca sobre todo lo demás es que esa faceta más intelectual se hace accesible. Duncan Jones ha sabido respetar sus referentes y profundizar en sus intereses y, al mismo tiempo, acercarlos al gran público.
No estamos ante esa ciencia ficción elitista de los años 70, a pesar de que tome referencias de ella, sino ante un producto dirigido a las salas comerciales.
Así, resulta muy fácil identificarse con Colter Stevens y compartir sus dudas acerca de la situación que está viviendo. Al igual que él, el resto de personajes son muy humanos, lo que provoca una gran empatía con el público. Es aquí donde Duncan hace hincapié para enriquecer la historia y de ahí el peso que tiene la relación entre Colter y Christina Warren (Michelle Monagham). No saltan chispas ni exploran una pasión épica, pero hay el suficiente sentimiento como para provocar que Colter no quiera seguir las órdenes que tiene. Miedo y amor ¿hay emociones más humanas que éstas?
Con una historia atrayente y unos personajes muy bien construidos, Código Fuente ofrece algo que muy pocas veces podemos / sabemos disfrutar en el cine. La película nos permite quedarnos con un primer visionado cargado de acción y emociones; pero al mismo tiempo nos está invitando a entrar una y otra vez a descubrir nuevos aspectos. Podemos revivir una y otra vez la historia, como Colter Stevens.
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