Con la presión añadida por la resaca post-Vengadores y tomando el fabuloso Extremis como base de la historia, Shane Black ha construido, sin exagerar, la mejor y más completa entrega de Iron Man. La nolanización del personaje que empezaba a apuntarse en la anterior película ahora es más que evidente con un Tony Stark todavía recuperándose de las secuelas emocionales que le dejó la batalla contra Loki en Los Vengadores (Josh Whedon, 2012) y que se muestra mucho más condicionado por el corazón, ya no lucha (no tanto) por esa convicción de que ser un superhéroe es lo más cool y sí lo hace por la necesidad de proteger a los suyos. Se sabe más vulnerable, lo que le obliga a combatir en dos frentes, uno exterior como Iron Man contra El Mandarín, Aldrich Killian y sus acólitos varios, y otro interior como Tony Stark por reencontrarse y evolucionar. En definitiva, sin dejar la arrogancia que le caracteriza, Tony Stark ha sufrido una cura de humildad en toda regla.
Tranquilidad, Shane Black y Drew Pearce (artífices del guión) han bajado los humos al héroe pero lo han envuelto en una capa de comicidad que establece un punto de ruptura con la corriente más sombría y «realista» del género (la trilogía del Caballero Oscuro o The Amazing Spider-Man) y que dota a esta Iron Man 3 de un tono que le da un nuevo aire a la franquicia, necesario ante los síntomas de agotamiento de la cinta anterior, y que la convierte más en un título de Shane Black que de la propia saga. Es fácil advertir el espíritu de films como Arma Letal o El último gran héroe y su equilibrio entre acción, comedia y sentimientos.
Como aventurábamos en nuestras primeras impresiones de hace unas fechas, uno de los aspectos más relevantes es lo concerniente a Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), tanto a su rol en sí dentro de la película como a su relación con Tony Stark. Con lo complicado que parece que veamos algún film protagonizado por heroínas como Miss Marvel, Spiderwoman o Avispa y más allá del rol desempeñado por Viuda Negra en el Universo Marvel cinematográfico (hará una nueva aparición en la secuela de Capitán América), que no deja de ser secundario, es encomiable la incidencia que adquiere Paltrow en la trama. Pepper Potts ha pasado de ser un mero complemento (como pudiera ser Happy, el personaje de Jon Favreau) o la excusa para que Stark se levante y haga lo correcto a formar parte activa de los grandes acontecimientos de la cinta.
El gran acierto de Iron Man 3 (y por ende del resto de films Marvel surgidos en torno a Los Vengadores) es que genera su propio universo al margen de los cómics. Coge aspectos e ideas de aquí y allá, las adapta y genera un escenario con identidad propia capaz de lanzar guiños a los fanáticos de las viñetas al tiempo que construye un mundo nuevo accesible a cualquier público. Así, la caracterización de El Mandarín (por poner un ejemplo) es simplemente brillante. Anclada en esta realidad surgida a raíz del 11-S y donde la guerra contra el terrorismo es una malsana obsesión (no faltan referencias como Homeland o La noche más oscura), Shane Black utiliza la histeria global ante los extremismos islámicos y la deconstruye en uno de los giros más sorprendentes que hemos visto en años en una sala de cine.
Sabido es por todos (el propio Robert Downey Jr. lo ha dicho en más de una ocasión) que Iron Man 3 «adapta» Extremis, la historia escrita por Warren Ellis y dibujada por Adi Granov (artista que se encargaría, además, de diseñar el traje del hombre de hierro en la primera parte de Iron Man). Lo hace con matices, coge la idea principal y poco más. Volvemos así a lo comentado en el párrafo anterior, utiliza lo que necesita del cómic y lo reformula en base a sus intereses en un muy interesante ejercicio por parte de los guionistas. Y aunque la base de Extremis sea el punto de partida de esta tercera parte de la franquicia, su influencia ha estado presente en toda ella y no solo por el trabajo de Granov. Sin ir más lejos, la secuencia de la primera parte en la que Tony construye su primera armadura para huir de sus captores en Afganistán es calcada, casi de forma literal, de las viñetas de Extremis.
Pero entre tanto halago siempre hay un pero. Este está también en la transformación del cómic y la aparición de Maya Hansen (Rebecca Hall). El personaje no termina de convencer en su salto a la pantalla, su evolución y motivaciones no están bien desarrolladas. Y aquí la excusa de que el cómic es más extenso y hay espacio de sobra para construir a los personajes no sirve. La saga Extremis ocupa solo seis números y Maya, al igual que en la película, es un personaje secundario. En 130 minutos de metraje hay tiempo de sobra para dejar bien definido al personaje que ha ideado el virus.
Y donde no hay ningún pero es en las escenas de acción. Impresionantes. Aunque no todo se basa en grandes despliegues para que luzca el 3D y los efectos digitales (que lo hacen), sino que hay lugar para que Tony Stark actúe cual héroe solitario sin más armas que su ingenio en una exteriorización de esa lucha interna por reconstruir su identidad. Shane Black lo libera de su armadura, lo desnuda y lo deja solo ante las dificultades. Una vuelta a los orígenes para empezar de cero.
A pesar de iniciar la Fase 2, Iron Man 3 centra su atención en sí misma, apenas sirve para iniciar la carrera que nos llevará a Los Vengadores 2. Es, sobre todo, el cierre de una etapa que deja las puertas abiertas un montón de posibilidades para quien decida coger el testigo. Porque de una cosa podemos estar seguros, Iron Man volverá.
Deja un comentario: