La vida de Óscar es monótona y repetitiva. Y sobre todo silenciosa. Óscar no habla más de lo necesario, para contestar y cuando lee el diario a su abuelo. Nos encontramos con una película que no tiene banda sonora. Manuel Martínez Cuenca (La flaqueza del bolchevique, Malas Temporadas) dice que quiere huir de lo sentimental, de lo melodramático.
La vida de Óscar se trunca cuando desde la residencia le dicen que su abuelo ha enfermado y le quedan pocos días de vida. Por si fuera poco, le dicen que han avisado a su hermana y que está en camino. Su hermana, María (Verónica Echegui) a la que hace dos años que no ve y que llega con un novio francés. ¡Pobre hombre! Y encima hay un secreto.
Formalmente, nos encontramos con secuencias muy largas, en las que sobran segundos; diálogos cortos, de dos, tres frases; y nada de música, la banda sonora es el viento y el mar de Almería, cuando aparecen. Todo eso, sirve para apoyar la idea de la vida monótona y lenta del protagonista. También, planos en contraluz, con los personajes fuera de plano o de espaldas, según Manuel para «evocar«, en vez de contar, y «obligar al espectador a intentar mirar y descubrir«.
Como decía, el silencio es importante. Y por eso, cuando el silencio acaba en la vida de Óscar, todo la montaña de sal que se ha creado, se desmorona. Llega María, su novio Jean (Denis Eyriey) que no habla español, un taxista bocazas (Antonio de la Torre),… Y acaba cayendo y cometiendo una estupidez. Y al final, volvemos al silencio.
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