La piel que habito

La piel que habito: El lado oscuro de Almodóvar

La vuelta de Pedro Almodóvar ha generado muchísima expectación, y no es para menos: vuelve a trabajar con Antonio Banderas tras 20 años y ha asumido el reto de crear algo «distinto», más enfocado al thriller y al terror. Y el marco para ello no podía ser más apetecible, la adaptación de la novela Tarántula, de Thierry Jonquet, de la que es gran admirador.

 

La premisa de La piel que habito promete y mucho: un científico, que al no poder salvar a su mujer de un accidente, se obsesiona con una investigación dedicada al desarrollo de una piel perfecta, capaz de resistir cualquier daño, pero como la ética y los avances médicos no siempre van de la mano, ha de experimentar en su casa, al margen de la comunidad científica… con una mujer.

 

La piel que habito

 

Si el planteamiento promete, el arranque de la película sorprende para bien. Éste se muestra deudor del universo de Cronenberg y del mito del Dr. Frankenstein. Durante los primeros compases el film se muestra con un estilo muy sobrio y oscuro, con un Antonio Banderas muy contenido y convertido en un perfecto mad doctor. Almodóvar logra aparcar su personal estilo en favor de la historia.

 

Sin embargo estas buenas vibraciones se evaporan en cuanto el cineasta cede a sus impulsos. Ya no hablamos de la aparición de ciertos personajes con una justificación muy pobre y que rompen la siniestra atmósfera de thriller, sino que no sabe mantener el pulso y termina yéndose hacia el drama. El mayor problema de La piel que habito es que no encuentra su tono. A Almodóvar le ha pesado más el sentimiento autoral que el aventurero y lo que se presenta como una propuesta oscura y perversa y acaba siendo «una más» del manchego.

 

Tampoco ayuda en exceso la estructura de la narración, vertebrada en un larguísimo flashback que funciona como motor de la historia y donde encontramos el detonante de los acontecimientos que condicionan los actos del personaje de Banderas. Funciona, pero resulta innecesario y redundante pues a partir de él se nos vuelve a contar lo mismo. De esta forma, además, si en el primer tercio del film el protagonista absoluto es Antonio Banderas, a partir del citado flashback el foco se dispersa en el resto de personajes hasta que Elena Anaya coge el testigo y se alza como la ya representativa heroína almodovariana; mientras, Banderas queda reducido a un mero espectador.

 

La piel que habito

 

Por otra parte, queda la pena de que en la trama se apunta una historia que de haberse desarrollado (o de haber tirado el film por ella) el resultado podría haber sido mucho más interesante: la del accidente de la esposa del doctor y los intentos de éste por salvarla (mencionada en una conversación entre dos de los personajes).

 

A pesar de ello, el film guarda los suficientes elementos para convencer a su público y despertar la curiosidad de los menos habituales del cine de Almodóvar, que sabe como insinuar y provocar al espectador con muy poco.

 

El gran atractivo de La piel que habito es su puesta en escena, su sentido estético. Almodóvar es un artista y lo demuestra en cada plano. No hay lugar para la improvisación y los decorados están fuertemente influidos por los personajes (o a la inversa), sirviendo como transmisor de los pensamientos y estados emocionales de los protagonistas en cada momento. Aquí es meritoria la elección del plantel interpretativo más allá de la pareja protagonista. Marisa Paredes muestra su oficio y la que podría parecer una jugada arriesgada (la inclusión de la televisiva Blanca Suárez) se destapa como un estímulo muy positivo en un papel breve pero muy intenso y primordial para el devenir de la historia.

 

La piel que habito es un título extraño, con muchos alicientes pero que no acaba de rematarse. A los fervientes seguidores del oscarizado director les encandilará, pero el film se sitúa en la delgada línea que separa el aplauso de la indiferencia.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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