Si en Buried, con los condicionantes que suponen rodar con un solo actor y con una caja como escenario, convirtió el cine en experiencia, en Luces Rojas Rodrigo Cortés construye (escribe, dirige, edita y produce) un thriller absorbente de principio a fin, que demuestra (una vez más) su gran cultura cinéfila, su talento en la dirección de actores y su desbordante personalidad.
Luces Rojas habla de un tema tan habitual en el fantástico y el terror como es el de la parapsicología, pero lo hace desde un prisma más aséptico, dejando de lado lo sobrenatural para abrazar la investigación. Cortés se enfrenta al asunto a través de dos científicos que se dedican a desmontar fraudes de supuestos médiums y dotados. La lógica impera sobre la creencia en el discurso del director español, pero al mismo tiempo pone de manifiesto que ambas posturas terminan siendo igual de irracionales.
Y con conocimiento de causa. La documentación sobre el tema es palpable en cada detalle. Situaciones y fraudes sacados de casos reales, el nombre de Palladino, cucharillas dobladas, una barrera de sal… cualquier amante del misterio y la parapsicología encontrará referencias y guiños en todas partes.
La búsqueda de la verdad (pilar fundamental en la filmografía de Cortés) se vuelve obsesiva y se entremezcla con una amenaza conspirativa siempre latente. Aunque de primeras pueda resultar descabellado, Luces Rojas bebe (y mucho) de los grandes thrillers de los 70. Pero si films como Todos los hombres del presidente o Los tres días del Cóndor pueden resultar lejanos para algunos, títulos más recientes como Zodiac (del maestro Fincher) son buen ejemplo de una cinta que otorga una importancia capital a la investigación. Incluso el gurú del cine comercial disfrazado de autor Christopher Nolan está presente en Luces Rojas. Así, es fácil encontrar ciertas semejanzas con El prestigio (una de sus obras menos reconocidas).
El cineasta conoce muy bien el truco y nos lo vende como el gran ilusionista que es. Tanto, que tal y como hiciera (por ejemplo) Scorsese en Shutter Island, en todo momento nos está dando luces rojas que nos ayudarían a descifrar el misterio que envuelve a la película. Esto nos obliga (para bien) a ver el film, mínimo, una vez más. Pocas películas se enriquecen con un segundo o tercer visionado; Luces Rojas lo hace.
El director gallego se sabe en una posición privilegiada respecto a su público, pero no se regodea. Todo lo contrario. Y he ahí las pistas que nos va regalando. Unas pistas que a los más avispados les puede enrarecer la valoración final (si entran al juego por primera vez), pero que ayudan (y mucho) a crear una atmósfera perturbadora que no hace sino insuflar el enigma que pretenden descubrir los protagonistas.
Luces Rojas, además, tiene el valor añadido de devolvernos a un Robert de Niro rejuvenecido (interpretativamente hablando). El neoyorkino lleva años dando palos de ciego, por lo que está por ver si tan solo se trata de uno de sus despertares o no. En su caso, como en la película, el escepticismo es la nota predominante y la disyuntiva es la misma: fe o razón.
El casting está cuidadísimo y aunque en su apartado femenino no termina de emocionar (Elizabeth Olsen tiene un papel ornamental y Sigoruney Weaver cada vez está más encasillada en su rol de mentora), el masculino da mucho que hablar. En concreto Leonardo Sbaraglia y Cillian Murphy. El primero ya trabajó con Cortés en Concursante, por lo que conociendo a ambos apostar por un buen trabajo no tenía riesgo alguno. El actor argentino se transforma para la causa y en sus escasas (portentosas) dos apariciones pone en relieve la premisa y la obsesión de la película.
Cillian es el alma de Luces Rojas. El tópico se cumple en él. Su enigmática expresión, que le permite interpretar con soltura a un villano y otorgar verdad al drama de un huérfano transexual con la misma facilidad, le da las herramientas para ser el conductor de una historia donde no todo es lo que parece. Murphy es la varita de un mago, Cortés, que nos invita a disfrutar de un espectáculo irrepetible.
Y si no, una última pregunta: ¿una ciudad norteamericana o Barcelona?
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