Secuestrados es la segunda película de Miguel Ángel Vivas tras Reflejos (2002). El film ha pasado por varios festivales como el de Sitges o el Fantastic Fest de Austin con gran éxito de público y crítica y ahora llega a nuestras pantallas. Uno de los atractivos de Secuestrados es que está rodada a base de planos secuencias, casi sin cortes. Sobre este y otros temas charlamos con su director.
Pregunta: La película está rodada sólo con planos secuencias. ¿cómo ha sido la planificación? ¿Con qué problemas te has encontrado?
Respuesta: Todos, acapara todos los problemas. Es muy bueno para el productor porque es menos tiempo de rodaje, más barato, pero es mucho más complicado. Casi todas las películas tienen un plano al que llaman «el plano de la película» y hay un día que sabes que vas hacer el plano más difícil de la película, que tienes que hacerlo bien porque es muy complicado. Nosotros cada día hacíamos el plano de la película. Todos los días era el plano más difícil, no hay ninguno que fuera fácil. En ese sentido hay que trabajar muchísimo. Lo primero es tener claro que vas a encontrar en ese plano: Por qué no vas a meter el corte en ningún sitio, en qué momento vas hacer un plano general y por qué, en qué momento vas a estar en primer plano y por qué, en qué momento vas a estar en el punto de vista de la hija, en el de la madre o en el del asaltante y por qué, en qué momento estás en plano objetivo, en plano subjetivo, etc. Una vez que estructuras todo eso tienes que conseguir llegar de una forma totalmente fluida al sitio en el que quieras estar -que es lo más complicado- y conseguir crear una especie de baile, de coreografía en la que hay una danza entre la cámara y la puesta de escena de los actores, en la que todo confluye de una forma fluida y que sin que te des cuenta estás en plano general cuando tienes que estar, estás en primer plano cuando tienes que estar, etc. Y siempre sin que el espectador note si ha habido o no corte de plano.
P: ¿Se ha rodado en orden cronológico?
R: La película se rodó en orden cronológico, se lo prometí a los actores. Hay un momento en que el jefe de producción casi me mata porque quería saltárselo y le dije que no. Era un compromiso que yo tenía. Y no solamente por compromiso, sino porque era la única manera de que la película fuera tan buena o tan genial como ha terminado siendo. Sabemos cómo vamos a empezar la secuencia, en qué estado de ánimo empiezas, pero no cómo vas a acabar porque hay tantas salidas y tanta veracidad en lo que estás haciendo que no sabes cómo vas a terminar. Y según cómo termines condicionas cómo vas a empezar al día siguiente. Si acabas el plano 9 antes de hacer el 6 no sabes en qué estado de ánimo estás en el 9, lo puedes imaginar, pero ya lo estás fingiendo y yo no quería que hubiera esa mentira en la película.
P: En los últimos años se ha impuesto el toque realista, casi documental como constante en el cine de género, ¿a qué crees que se debe?
R: Todos los géneros van pasando por distintos estilos según las épocas. No creo que sea nada consensuado por parte de los directores, sino que confluyen ese tipo de estilos. Por ejemplo en los 70 ya se empezó hacer un cine de terror con una estética mucho más documental. Mucha gente quería prohibir La Matanza de Texas, decían que eran películas pornográficas solamente por estar rodada en forma documental. Pasaba también con La noche de los muertos vivientes. De repente aparece un tipo de cine documental de género mucho más estilizado y ahora está volviendo, sobre todo ese neorrealismo francés de terror que ahora está surgiendo también aquí. En Sitges surgieron nuevas películas con esta manera de hacer cine. No es que nos hayamos llamado entre nosotros los directores «ahora vamos hacer el cine así, venga«.
P: ¿Y en tu caso?
R: En mi caso era la necesidad de contarlo así. Yo quería, más que contar una película, contar una experiencia, que el público sintiera ese miedo en primera persona y sienta lo que tiene que ser ese tipo de asaltos. Eso es lo que quería contar en la película, quería jugar y la única manera era siendo directo y sin esa parte de cortes y siendo sincero con ella. Ya el propio título te lo da, no busca un título rebuscado, sino busca el título más sincero posible: Secuestrados, punto.
P: Un aspecto que me llama la atención es que no sabes nada de los personajes, se te presenta la situación pero no hay datos ni referencias a sus pasados.
R: Quería una ausencia absoluta de sus subtramas, de pasados, de background. Obviamente hemos trabajado el background de una forma absoluta para que te lo puedas creer. No sabes de dónde viene ni a dónde van, pero sabes que vienen de algún sitio y van a algún sitio. Todos los personajes tenían muy claros sus objetivos, habíamos ensayado, improvisado un montón de secuencias, de cosas que pasaban antes del secuestro para ver porqué estaban ahí, porqué no están, tanto por los secuestradores como por la familia. Sabíamos cómo era toda esta familia, estuvo muy trabajado, pero no hacía falta enseñárselo al público. Los espectadores saben que esa familia y esos asaltantes son de verdad; quieren algo de verdad y eso está pasando.
P: En más de una ocasión has querido dejar claro que en la película no quieres hacer ningún tipo de alegoría política, ¿eso es porque te han preguntado mucho al respecto?
R: Me han preguntado y ha habido algunas críticas que han tachado al película de xenófoba, incluso de racista, lo cual me parece estúpido porque no es un tema que se trate. En ningún momento hay discurso político en la película. Creo, y lo digo así, que ha habido gente que con una falsa moral ha seguido metiendo cizaña solamente por presentarse ellos como moralmente mejores, cuando al final lo que están haciendo es presentarse ellos mismos como lo contrario. Es algo muy duro decir que una película xenófoba, creo que deberían pensarlo mucho antes de decirlo porque estás insultando sobre el papel. Yo si voy a insultar alguien sobre el papel, lo pensaría dos veces, y más cuando lo hacen sin dar una justificación. Dan justificaciones estúpidas de: «¡Ah! como los malos son del este la película es xenófoba«. Por esa regla de tres si los malos hubieran sido calvos, odiaría a los calvos o incluso, siendo más rebuscado, como ninguno de los malos es una mujer, aquí hago una alegoría a favor de la mujer. No, estoy contando una historia y punto. Además intento ser realista. Este tipo de casos se dan con gente de Europa del este, nos guste o no. También me hubiera planteado que fueran gallegos, pero claro, si los malos hubieran sido una banda de gallegos que vienen a fastidiar a familias de clase alta, la gente hubiera disfrutado mucho de la película, pero no se la hubieran creído nunca. ¿Por qué no se lo creerían?, porque eso no pasa, porque no hay ninguna banda de gallegos que haga esto.
P: Quizás si el español que acompaña a los albaneses hubiera intercambiado su rol con uno de ellos no habría surgido este tema, ¿no crees?
R: Bueno, en primer lugar el español iba a ser también extranjero, sólo que por casting no encontraba el actor que quería y al final abrí un poco más el campo para que fuera español, y encontré a Guillermo que me encantó y dije: «Este va a ser el personaje, independientemente de que sea español, portugués, albano, lo que sea, pero quiero a este actor«. Luego hay una realidad que es así también; que la gente de nuestra edad hemos vivido en España una época muy acomodada. No tenemos la misma concepción o no hemos vivido tanto como lo que han vivido otras gentes en otros países, que desgraciadamente han vivido una serie de guerras que les has hecho mucho más duros hacía ciertos temas. En este caso el chico español no tenía la dureza del resto de los personajes y eso es una cosa con la que quería jugar porque, para bien o para mal, eso también es real.
P: La primera secuencia de la película no tiene ninguna relación con lo que vemos en el resto de la película, ¿de dónde sale?
R: La primera secuencia sale por dos motivos, uno es la idea cíclica que quería darle a la historia, de que lo que cuento no es un hecho aislado, sino que ha pasado antes, está pasando y seguirá pasando. Al acabar la película no te han contado una historia, de alguna forma te han contado miles de historias. Y luego quería jugar con el efecto de la bomba de Hitchcock. En el libro El cine según Hitchcock de Truffaut decía que si nosotros dos estamos hablando, por ejemplo, y la cámara baja y enseña aquí una bomba por debajo de la mesa, podemos estar hablando durante diez, quince minutos de cualquier nimiedad que el público va a estar en tensión y diciendo: «Dios mío lo que va a pasar dentro de poco, hay una bomba que va a estallar» y va a estar la sensación en esa bomba. El público sabe que va a ver una película que se llama Secuestrados, va a ver una película y vamos a presentar a una familia que se está mudando con unos conflictos muy humanos, muy, muy sencillos. Pero después de ver la secuencia, de ver hacia dónde va a ir la película, que tipo de violencia, que tipo de impacto va a tener la película, va a estar todo el momento viendo esa mudanza, pensando: «Dios mío la que se va a liar luego, en cualquier momento la bomba va a estallar«. Hasta el momento en que estalla la bomba, a la que el público está esperando.
P: ¿Esta primera secuencia está basada en algo en concreto?
R: El principio está basado, en parte, en un caso real de una persona que se enteró que habían atacado a su familia llamando por teléfono, pero es todo ficticio y es todo real a la vez.
P: A la hora de plantear el guión ¿has visto películas para saber que han contado y cómo darle la vuelta?
R: Funny Games es un referente absoluto. Para mí es una obra maestra absoluta; obviamente no me la he visto porque lo que yo quiero contar no es lo mismo que lo que ha contado Funny Games. Creo que no hay, como decía Borges: «Las historias están todas escritas, depende más del punto de vista de que las quien las cuente«. En ese sentido, si Funny Games hace una crítica a la violencia a partir de una disociación distanciada de ella; yo quería enseñar una forma mucho más orgánica, mucho más visceral, digamos, más en primera persona y sin ningún tipo de distanciamiento.
P: Partiendo del éxito que tienen las películas de género españolas internacionalmente, como Secuestrados sin ir más lejos, ¿por qué crees que el cine de terror es el género más exportable?
R: Yo creo que el género siempre es exportable en cualquier lugar porque los miedos son universales. Si se tratan temas muy localistas es muy difícil irte a otros sitios. Si tratas un problema, me voy a Galicia y hablo de una problemática específica de una zona gallega, de la zona pesquera, por ejemplo, temas que les preocupe a ellos, es muy difícil vender eso fuera aunque la película sea muy, muy buena. La gente no se va a sentir identificada con esos problemas. En cambio los miedos nos unen a todos porque todos tenemos los mismos miedos. Todo el mundo tiene miedo de que entren en tu casa. No sólo en España, en cualquier lugar ese miedo puede existir, entonces los miedos son muy fáciles de exportar de alguna forma.
Fotos: ROBERTO GARCÍA
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