Diane Kruger y Demián Bichir en The Bridge

‘The Bridge’: Primeras impresiones

La industria televisiva norteamericana se caracteriza, además de por ser una fábrica incuestionable de grandes series, por su afán en remakear cualquier formato europeo que haya gozado de cierto éxito. En ocasiones les sale bien (The Office, Shameless) o no tan bien (Skins, The It Crowd), pero ellos siguen a lo suyo: compran derechos sin miramientos y se lo guisan a su manera. El mismo David Fincher ha manifestado hace pocos días su interés en adaptar el último gran éxito británico: Utopía. Pero tampoco se trata de demonizar el remake. Esta práctica ha sido una constante en la historia de la moderna pequeña pantalla y lo cierto es que ha gestado algunas revisiones actuales nada desdeñables.

 

Últimamente, la moda parece ser echar el ojo a las producciones escandinavas (como, por ejemplo, la danesa The Killing), y así se nos presenta The Bridge, una versión a la americana de una reciente coproducción sueco-danesa del mismo nombre. Por todos es sabido la disputa, en gran parte moral, de gringos y mexicans, y si la sinopsis de la The Bridge sueca incluía una sangrienta frontera como principal reclamo, algún productor del otro lado del charco empezó a frotarse las manos teniendo más que claro dónde iba a ambientar su nueva apuesta.

 

Diane Kruger y Demián Bichir en The Bridge

 

De primeras, The Bridge –de ahora en adelante nos referimos a la versión U.S.A.– posee suficientes elementos para enganchar tanto al seriéfilo como al espectador medio. Cuenta con una sinopsis sugerente –las partes de dos cuerpos humanos aparecen unidos en uno en la frontera–; con una protagonista guapa y talentosa; y lo más importante: el argumento constituye una excusa permanente para que todo tipo de chascarrillos sobre el territorio y la procedencia de los personajes sean utilizados como contrapunto cómico a la sangre y la tensión.

 

El personaje de Diane Kruger, la cual interpreta a la inspectora de homicidios Sonya Kross, resulta atractivo, ya que parece desmarcarse de la cansina figura de mujer detective a la que nos tiene acostumbrado el género. Así bien, sobre Kruger también recae la responsabilidad de que la serie vaya a funcionar o no. Y, como la chica no es precisamente difícil de mirar, podremos observar con tranquilidad si consigue desarrollar correctamente su personaje o se limita a poner cara de cartón en la mayoría de las escenas. Aboguemos por lo primero.

 

Existe la tendencia bastante notoria de construir el capítulo piloto de cada nueva serie a base de un batiburrillo de sucesos impactantes. Esto suele ser contraproducente, pues está demostrado que las grandes han sabido empezar tranquilas, pasito a pasito. Inicios potentes y desasosegantes, como el de Lost, son las excepciones que confirman la regla. The Walking Dead, por su parte, es el caso contrario: un claro ejemplo de comenzar apabullando y desinflarse a mitad de camino.

 

En el caso de The Bridge, uno siente algo así como que se ha atiborrado en un buffet libre sin haber disfrutado realmente de la comida. El arranque conjunta momentos de brillantez narrativa con otros que estamos cansados de ver. En la mano de los guionistas está el rumbo, y por consiguiente el enfoque, que vaya a tomar la serie. Si esta pretende basar su discurso en la crítica a la corrupción y la discriminación tiene a The Wire como un inexpugnable oponente; y tampoco puede limitarse a ser otra historia de un inteligentísimo asesino en serie, así como contentarse con hacer mucho ruido gratuito. Confiemos pues en Kruger y Demián Bichir, su homónimo mexicano asignado al caso, y en la imaginativa en el desarrollo de los sucesos.

 

Por ahora, hay motivos suficientes para seguir viendo si encajan esas piezas en forma de cadáveres descuartizados.

 

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