Con la perspectiva y sabiduría que nos da el paso del tiempo, toda esta fase en la que Dan Slott y la oficina arácnida juguetearon con Veneno y los simbiontes, comenzando por la creación de Anti-Veneno, parece haber quedado un tanto -bastante- desfasada. En aquel entonces la vida era más sencilla y no sabíamos de reyes de negro o las ponzoñas. ¿Mejor? ¿Peor? Cada cual tendrá su respuesta.
«¡Vale ya, Brock! No tiene gracia«
De momento, en el pasado no tan reciente (estos cómics salieron publicados en 2008), Spiderman es perseguido por autoridades y medios por igual acusado de ser un asesino en serie. Las fake news, como veis, no son cosa nueva y el pobre Peter puede dar buena fe de ello. Estamos además en el contexto de Reinado Oscuro, con lo que implicaba ello para el mundo de los Vengadores (con su contrapartida «oscura» como símbolo de América) y, sobre todo, para Spidey, porque Norman Osborn era por aquel entonces el hombre más poderoso del mundo, casi tanto como el propio presidente de EEUU. ¿Y qué pasa cuando tu enemigo jurado lo tiene todo al alcance de su mano y tú ni siquiera llegas a fin de mes? Nada bueno.
Tenemos también el contexto particular de la propia serie, con una encarnizada campaña electoral por la alcaldía de Nueva York en la que hay hasta súper villanos apostando por un candidato como solo estos saben hacer, destruyendo la ciudad y todo lo que encuentran a su paso. Y está también Eddie Brock, que pasa de desahuciado a erigirse como salvador con un fervor casi religioso, llevándonos a debatir si es peor tenerlo como aliado o como enemigo.
Como veis, Nuevas formas de morir tiene un buen puñado de tramas y elementos narrativos con los que jugar. Y tampoco podemos olvidarnos de la afición que tiene Dan Slott (ya por aquel entonces) de mimar y dar espacio a los personajes secundarios. Para él todo el reparto es importante. Esto se traduce, pues, en un arco argumental plagado de ideas y desarrollos. La información brota como lo harían las setas. La consecuencia, como es de esperar, es que algunos de esos desarrollos quedan ensombrecidos por otros o son relegados a un plano menor.
Y quién lo iba a decir, uno de estos es el referente a Anti-Veneno, cuyo mayor atractivo es el diseño que le regala John Romita Jr. Como personaje, por en contrario, queda lejos de ser explotado porque al final Brock no deja de ser un actor de reparto en un argumento que tiene en Osborn (y los tejemanejes tanto de Martin Li como del Daily Bugle) sus verdaderos focos de interés. Lo que Slott concentra aquí en seis capítulos, en manos de cualquier otra persona daría para dos o tres sagas completas.
Hay, a pesar de un cambio de estructura (Dan Slott figura como guionista único, no vemos el baile de escritores de tomos anteriores), la misma sensación de premura y atropello en la que hay que contarlo todo y cuanto antes mejor, una dinámica más propia de las redes sociales y el consumo rápido en el que tramas y personajes se presentan con la misma rapidez que desaparecen. Ello no impide el disfrute de un argumento muy entretenido, pero que con un poco más de pausa podría haber trascendido dentro de la colección y no ser recordado únicamente por la anécdota de presentar a Anti-Veneno.
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