Panini Manga publica El Gran Gaea-Tima, un seinen enmarcado en el subgénero fantástico kaijû egia (o simplemente kaijû) sobre una extraña pareja formada por un temible monstruo (el Gaea-Tima del título) y Miyako, sobreviviente del avistamiento de aquel que dio como resultado la destrucción de su pueblo años atrás.
«¡No le hagáis daño a Gaea-Tima!«
En su tomo de presentación, Kent (que escribe y dibuja) planta las bases de la historia. A modo de prólogo relata la primera aparición del monstruo y, acto seguido, presenta a los principales protagonistas, señala el tipo de aventura que pretende ser y marca cuál es el vínculo que une a Gaea-Tima y a Miyako. Como introducción este primer volumen es modélico; perfecto para hacerse una idea de las intenciones de su autor y, sobre todo, si nos atrae o no la propuesta.
En nuestro caso es un sí rotundo. Puede que el argumento no tenga la apariencia más original del mundo (ya en el tercer capítulo Miyako está involucrada con una rama secreta del gobierno dedicada al estudio de los kaijû), y que en algunos puntos resulten confusos o poco claros (¿Gaea-Tima apareció alarmado por una ola gigante o fue él quién provocó el tsunami?); pero el tema y el tratamiento de su protagonista humana resultan muy atrayentes.
Kent pronto subraya que entre chica y criatura gigante existe un vínculo de carácter sobrenatural y empático. ¿Mágico? Puede ser. El mangaka no detalla cómo se produce, pero muestra los efectos del mismo, alineando los destinos de ambos. ¿Recordáis Colosal de Nacho Vigalondo? Sin llegar a esos extremos (el kaijû allí era una extensión del personaje de Anne Hathaway), se establecen unos lazos físicos y emocionales entre los dos. Y la naturaleza de Gaea-Tima juega también a unos niveles que los más veteranos podrán relacionar con la olvidada Las aventuras de Galgameth (1996) o títulos similares. Por si acaso no vamos a concretar más en ninguno de los dos aspectos, pero si conocéis los referentes mencionados os podéis hacer una idea.
Kent busca la originalidad y la vuelta de tuerca a través de sus personajes… y del escenario. Aquí el mangaka tira de un realismo que deberíamos hacernos mirar porque, si vuestro hogar fuera arrasado por un kaijû y supierais que antes o después volverá o vendrán otros, ¿os iríais u os quedaríais e intentaríais sacar provecho del morbo turístico? Ese es el dilema de los habitantes de Sukuba. Muchos se fueron, pero otros tantos se quedaron e hicieron de la explotación comercial de los kaijû su modo de vida. Es como si convirtiéramos una zona de fuerte actividad volcánica en una atracción turística. Igual no es lo más prudente.
Hay ganas de descubrir ya el segundo volumen (el primero acaba en un duelo al más puro estilo spaghetti western con sus miradas eternas en primer plano que evoca a los clásicos envites de Godzilla y sus «amigos»), pero también de profundizar en las interesantes cuestiones que se plantean en torno a Miyako y Gaea-Tima.

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