El Gran Gaea-Tima

El Gran Gaea-Tima #2: Las patas del kaijû

El Gran Gaea-TimaPanini Manga está de vuelta con el segundo tomo del seinen «kaijuesco» El Gran Gaea-Tima. Un segundo volumen que ahonda en la relación entre el monstruo y la chica, Miyako, al tiempo que se nos siguen descubriendo algunas de las peculiaridades de Gaea-Tima y de las gentes de Sukuba.

 

«No podemos alargar una estrategia tan frágil eternamente«

 

Kent, el autor de la obra, parece ir definiendo el relato en base a cuatro patas que, sin bien independientes, tienen mayores o menores conexiones entre sí. La primera, visto el desenlace del tomo anterior, está clara. No es otra que la acción y el espectáculo propios de la lucha entre kaijûs, con los humanos como testigos y actores de reparto de unas peleas a escala gigante. La revisión de Godzilla y Kong por parte de Warner Bros. y Legendary Pictures da cuenta del tipo de interacciones que se podrían llegar a plantear en El Gran Gaea-Tima entre humanos y la colosal criatura.

 

Y es en estas dinámicas donde descansa la segunda pata del relato. Los humanos se saben indefensos ante las criaturas contra las que ahora lucha Gaea-Tima como aliado, con la frase que hemos destacado como resumen perfecto del débil equilibrio de fuerzas en cuestión. Aquí es donde entran Matsuhima, FUNE y el gobierno nipón. Tenemos aquí el peso «político» y el que permitirá la exploración de los kaijûs, muy vinculado a la acción y también a la vertiente más íntima… que definiríamos como la tercera pata.

 

El Gran Gaea-Tima

 

Que entre Miyako y Gaea-Tima hay una conexión que escapa a cualquier entendimiento racional es algo que Kent remarcó desde el primer momento. La naturaleza de dicha conexión sigue siendo esquiva (posiblemente siempre lo sea), pero en este segundo tomo gana en complejidad (en cuanto a la variedad de formas en las que se hace tangible), pero también en claridad (respecto al plano emocional). En resumidas cuentas Gaea-Tima y Miyako afrontan una relación de afecto, protección y lealtad como la que podríamos tener con nuestros fieles perros.

 

¿Y la cuarta pata? La de Sukuba, el pueblo que renació tras el ataque de Gaea-Tima y que se reconvirtió en una parada obligatoria para los fans de los kaijûs. Aquí hablamos de esa capa lectura social -y crítica- de cómo se mercantiliza con la tragedia, pero también del espíritu de resiliencia de un pueblo que se niega a desaparecer. Quizás esta última pata acabe perdiendo fuelle a medida que el argumento vaya cogiendo cuerpo, pero de momento en este segundo tomo da un fuerte tirón de orejas a la especulación de los mal llamados coleccionistas.

 

Con todo por delante, uno de los valores que animan a confiar en Kent y su obra radica en estas cuatro patas, en la forma en la que el manga presume de unos cimientos sólidos sobre los que construir y de los que sacar provecho cuando lleguen los momentos de duda. Con una base sólida siempre se avanza con seguridad. Y en ese camino está El Gran Gaea-Tima.

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