Los Eternos

Los Eternos. Hijos del dios dorado: Deudas pendientes

Los EternosDespués de más tiempo del que nos hubiera gustado, recuperamos la lectura de Los Eternos para ver cómo acababa aquella historia iniciada por Neil Gaiman y John Romita Jr. en Del Génesis al Apocalipsis. Con el guiso a medio hacer, la pareja creativa prefirió dedicarse a otros menesteres y quedó en Daniel y Charles Knauf el deber de rematar y servir el plato.

 

«Ha renunciado a sus lazos olímpicos, Zuras«

 

Así, este Hijos del dios dorado no puede tomarse como tomo independiente, su argumento nace irremediablemente del trabajo previo. Si apostáis por uno, tenéis que acercaros al otro. Si no os faltará la mitad de la aventura. Una aventura que, por otra parte, va evolucionando y mutando en algo muy diferente a lo que podríamos esperar. Los Knauf se ponen pronto las manos a la obra para llevar la historia hacia su terreno, quedándose con aquello de Gaiman que les interesaba, pero descartando lo que no y marcando su propia hoja de ruta.

 

En esa reubicación de ideas se pierden algunas interesantes y se ganan otras que también lo son. Sin embargo el cómputo general sale a deber. Ya la misma iniciativa editorial, lanzando la serie dos años después del último número escrito por Gaiman, arrancó su andadura herida, con falta de interés por parte del público. Porque, ¿cómo continuar una historia que la gente había olvidado? Al igual que a los eternos amnésicos, había que «despertar» a los lectores. ¿Y qué se les ocurrió a los Knauf? Enfrentar a los eternos entre sí, mientras buscaban adeptos a su causa, al tiempo que enredan con el Celestial durmiente y con conceptos que requerirían de un espacio que, a la postre, ellos no tendrían.

 

Los Eternos

 

A un nivel básico, Hijos del dios dorado fuciona con solvencia. Salda las deudas de Neil Gaiman dando cierre al argumento iniciado por aquel y sortea los peajes editoriales (hubo de hacer frente al Destino Manifiesto mutante). Dentro de los cánones del género, es una lectura bastante amena. Si profundizamos un poco más, la aventura resulta un tanto insatisfactoria. Más allá de lo manidos que sean los conflictos a cara de perro entre los personajes, estos solo sirven para ir rellenando páginas que quitan espacio a la presentación de unos conceptos y una trama de fondo que requieren espacio y pausa, pero no les regalan ni uno ni otra. ¿La consecuencia? Que acabas pidiendo ayuda al camarero de un bar.

 

Charles y Daniel Knauf ambcionaron por encima de sus posibilidades. Cumplieron su cometido primario -cerrar la historia abierta-, pero fueron incapaces de darle continuidad.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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