Ahora que la Guerra de Veneno ha terminado y que el simbionte cuenta con nuevas alianzas, Panini Cómics publica la antología Spiderman: Traje negro y sangre, un tomo en tapa blanda de gran formato (tamaño A3) con el que recordar quién fue el primer huésped del simbionte (ejercicios de retrocontinuidad aparte). Y aunque Eddie Brock lograra culminar el tortuoso camino que lleva de la villanía al heroísmo, Veneno nunca se desligará del todo de Peter Parker.
«Latverianos. Siempre tan sutiles«
Trece son las historias que recoge un volumen publicado en EEUU como una miniserie de cuatro entregas. Para gustos los colores, pero creemos que el formato por el que ha optado Panini Cómics (el mismo que para, por ejemplo, La Gran Novela de la Patrulla-X), es mucho más interesante para una obra de estas características. Bien es cierto que no es el formato más práctico, pero también lo es que el dibujo luce muchísimo más con estas características. Y cuando entre sus dibujantes encuentras gente como Elena Casagrande, Leonardo Romero o un trío de españoles compuesto por Juann Cabal, Javi Fernández y Fran Galán… ¿qué podemos decir? Cuanto más grande, mejor. El tamaño importa.
¿Y qué nos propone Traje negro y sangre? Como acabamos de mencionar, trece relatos, de entre cinco y diez páginas cada uno, que abordan la vida y los conflictos internos del trepamuros cuando lucía el traje simbionte que adquirió tras las guerras secretas originales. Solo hay dos aventuras que escapan de este marco temporal tan concreto, aunque ambas presentan unos matices que justifican (si mostramos mucha benevolencia) su inclusión. Son las escritas por G. Willow Wilson y Al Ewing. La primera presenta un team-up con Gata Negra en el que Peter desempolva su traje negro (no el simbionte, sino el que siguiera usando una vez aquel se unió a Brock) porque la misión a la que se enfrentan requiere de un Spiderman más «oscuro». La de Ewing, por su parte, juega precisamente con las Secret Wars de Jim Shooter en una suerte de comedia que pudo o no haber ocurrido, pero en la que Spidey ni está ni se le espera.
Salvo estas excepciones, el resto de historias sí se anclan en aquellos años en los que el trepamuros presumía de traje nuevo y empezaba a atisbar el pacto faustico que suponía vestirlo. Vale, hay otra que también tiene lugar tiempo después, la de J.M. Straczynski, pero en su caso el contexto está justificado. Esta restricción temporal permite a los diferentes equipos creativos profundizar en la naturaleza conflictiva de aquel Spiderman que debía luchar consigo mismo para contener el ansia violenta del simbionte; pero al mismo tiempo limita el tipo de historias o enfoques, haciendo que temáticamente llegue a ser un recopilatorio algo redundante. Porque no olvidemos que Peter ha usado el traje negro sin que mediara Veneno.
Spiderman: Traje negro y sangre es una estupenda curiosidad, perfecta si queremos picotear historias breves protagonizadas por el trepamuros. Pero le sucede un poco lo que a la serie Spiderman Simbionte, la premisa condiciona en exceso el tono y tipo de relatos, jugando en contra de una libertad creativa que es en este tipo de antologías donde más debe brillar. Quizá también haya falta de trabajo por parte del equipo de guionistas, porque Alyssa Wong, por ejemplo, se pliega a tiempo y tema, pero sabe darle una inteligente vuelta de tuerca simplemente cambiando el punto de vista. O J.M DeMatteis, cuya historia, que además es la que abre el tomo, es puro Spiderman apelando a su espíritu optimista y huyendo de remordimientos o flagelaciones varias.

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