Yagate shinu
Keshiki wa miezu
Semi no koe
Al final mueren,
dejan de verse
el canto de las cigarras
Conocido poema haiku de Matsuo Bashō (1644-1694), uno de los superlativos ejemplos de los innumerables elementos de la cultura japonesa. Este haiku, en particular, trata sobre la muerte:”no hay señal de la muerte como el canto de las cigarras”. Al final, todo perece. Es una pena que sea así, pero quizás es lo que hace de la vida algo especial.
Puede ocurrir, a veces, que la vida se acabe antes «de lo previsto», por diversas razones, entre ellas fenómenos naturales, tan acostumbrados en algunas regiones a vivirlos en carne y hueso y otros sólo a verlas por la televisión. Japón es uno de esos países, dónde por su situación geográfica, suelen ocurrir este tipo de fenómenos de fuerza inhumana. Fueron los antiguos los que decidieron hacer su vida en aquellas islas y a pesar de las continuas sacudidas y ataques del mar, seguir una y otra vez superando los obstáculos incontrolables. Es quizás ello, una de las claves del carácter del pueblo japonés.
El pasado 11 de marzo de 2011, la tierra tembló de forma titánica cerca de la costa nororiental del Japón, causando uno de los mayores terremotos de la historia (desde que son mensurables). Japón es el país del mundo que más terremotos sufre; y si vives allí un tiempo, puedes comprobar que cada día hay pequeños temblores. Los japoneses viven en un país que se mueve constantemente. Y eso les ha hecho desarrollar técnicas para paliar las repercusiones de estos movimientos sísmicos, y posteriores tsunamis. Pero la naturaleza es aún mucho más poderosa que el humano. Aquel terremoto de marzo, que causó miles de muertos y heridos, refugiados y desamparados, trajo consigo un “tsunami” (literalmente en japonés: ola de puerto), que con olas de hasta 40 metros se llevó consigo muchas más vidas, dejando el agradable paisaje japonés y sus bulliciosas ciudades, desoladas y llenas de escombros. Una imagen de guerra, de destrucción, de caos… De nuevo, otra vez, el pueblo japonés nos tendría que dar una lección de superación.
En conmemoración por aquellos terribles acontecimientos, del 7 al 17 de marzo, se celebró en Madrid una serie proyecciones, charlas, y coloquios con diferentes personas cercanas a los eventos. Fue un ciclo de cine, cuyas proyecciones iban a acompañadas de comentarios de testigos, expertos o los mismos artistas y realizadores. Para ello la Fundación Japón junto con Casa Asia, contó con la colaboración de la Comunidad de Madrid, cediendo el salón de actos de la Vicepresidencia y Consejería de Cultura y Deporte de la Comunidad de Madrid. He aquí algunas de las proyecciones:
3.11 A Sense of Home Films
La directora de cine Naomi Kawase quiso reflexionar con motivo de la sensación de pérdida que afloró en miles de personas durante aquellos terribles días, sobre preguntas tales como qué es la familia o qué es la tierra natal. Veintiún directores de todo el mundo, se unieron para intentar dar respuesta. Entre ellos dos españoles: Víctor Erice (El espíritu de la colmena, 1973) e Isaki Lacuesta (Los pasos dobles, 2011). Con una duración de 3 minutos y 11 segundos, cada uno plasma su personal respuesta en unos cortometrajes que enmarcados en este contexto concreto tienen un sentido especial.
Bien es verdad, que muchos de ellos juguetean demasiado con el video arte, y tocan el terreno de arte moderno, ese que sólo entiende el propio autor. Todas las fracciones del puzzle van en sintonía con la pregunta… no todos. Víctor Erice aprovecha para hacer un alegato contra la energía nuclear, poco apropiado y saliéndose del marco de la cuestión; y el cortometraje estadounidense realizado por Steven Sebring y Patti Smith, que es el ejemplo típico de ese arte al que me referí anteriormente y que desentona también con la entidad a la que pertenece.
Los más emotivos, por razones previsibles, son los de los autores orientales y japoneses, que usan el tiempo dado para responder poéticamente, ya que narrativamente es difícil en tan poco tiempo, a la pregunta realizada. La casa, la infancia, animales, el entorno donde se creció, una actividad que te llena…
Al terminar la exposición estaba planeado un coloquio con el propio Víctor Erice, que por cuestiones personales no pudo asistir, pero si envío una carta, muy amablemente, mostrando su pesar por ello y haciendo algunas reflexiones sobre el ciclo de películas.
Snow After the Day
Documental de Akatsuki Otake, muy relacionado con el deporte de su país, y que en este caso utiliza a Miyuki Hatanaka, como eje del documental. Y es que Miyuki es natural de la ciudad de Shiogama, en la prefectura de Miyagi, zona devastada por el tsunami. Además de una deportista de élite, habiendo participado en dos olimpiadas de invierno en la modalidad de esquí acrobático. Con un carácter alegre pese a todo desastre, Miyuki decidió dejar su entrenamiento y volver a su tierra llevando víveres y ropa de abrigo, visitando refugios y animando con su antinatural carisma a los afectados.
Son unos 60 minutos de un relato enérgico, de sorpresa por lo serenos, agradables y aparentemente inamovibles japoneses que vamos viendo en la pantalla. Historias de ancianos humanos que no pueden sino conmover; historias de superación de seguir adelante en la vida, ya que esa es la única meta, vivir, vivir a pesar de todo. Y eso los japoneses lo hacen admirablemente.
Fukushima: Memories of the Lost Landscape
Dirigido por Yojyu Matsubayashi, joven tokiota comprometido con la vida, con su país, de aspecto bohemio y actitud desgarbada, y ganador de un premio por su primer documental Hana to Keitai, sobre los soldados japoneses que aún yacen entre Tailandia y Birmania. Fukushima: Memories of the Lost Landscape es un reportaje documental de 111 minutos (algo largo) sobre los ancianos que tuvieron que ser evacuados de sus casas por estar dentro de la zona de exclusión, a menos de 20 Km. de la central nuclear afectada y con fugas de radiación. Apenas toca el controvertido tema energético y se centra en la vida, pasada y presente de los protagonistas. Ágil y hábilmente montado, conocemos a varios protagonistas que nos guían por la zona de Fukushima, antaño lugar próspero, zona de jamelgos, de plantaciones de tabaco, de ritos ancestrales. El director logra adentrarse en la zona de exclusión a principios de abril del 2011, cuando aún no estaba totalmente prohibida su entrada. Lo hace siguiendo a una vivaz anciana que intenta llegar a su casa, en mitad de una zona desolada, sin ningún rastro de vida.
Poco a poco vamos conociendo a varios personajes, todos relacionados, familiarmente o geográficamente, todos de Fukushima (isla de la suerte) que se ven obligados a conocerse en los refugios en los que tienen que vivir a partir de ahora. Un relato emotivo sobre el pasado construido sobre un presente inquietante.
The Sound of the Waves, Tokyo Drifter, Fukushima Hula Girls, Light Up Nippon y la premiada película de Lee Sang-il, Hula Girls (2006) fueron las proyecciones que completaron el ciclo. Todas, salvo esta última, de momento, de difícil acceso para el público, algo que seguro en un futuro se solucionará.
Fue una serie de actos que acercaron a los «ignorantes», y recordaron a todos, pero sobre todo a los japoneses que pudieron asistir, esos días de dolor, en los que la vida da un vuelco, y que apesar de encontrarte sin nada, y que tienes que partir de cero, debes y tienes, por la naturaleza de la vida, que continuar. Desde aquí queremos agradecer a Japón que con su actitud, ilumine el mundo, y un abrazo para aquellos que aún no pueden acceder a sus viviendas, bien por haber sido destruidas o por motivos nucleares.
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