Pulp Fiction

«¿Te importa que beba un poco de tu sabroso refresco para tragar esto?»

Desde que en 1895 los hermanos Lumiere crearan el primer cinematógrafo y con ello proyectaran sus inicios fílmicos con argumentos tan apasionantes como obreros saliendo de una fábrica o un jardinero al que le pisan la manguera, fueron surgiendo nuevos teóricos y experimentadores que buscaban sacar el máximo de las posibilidades que el invento ofrecía. Hablo de Méliès, Porter, Griffith

 

Cuando las ideas ya no fluían y se frenó de forma brusca la capacidad de creación, fue la hora de centrarse en buscar nuevos retos. Y uno de estos horizontes inexplorados consistía en conseguir que aquellas manchas que se proyectaban en la pantalla tuviesen voz propia. La primera película sonora propiamente dicha es la protagonizada por Al Jolson, El cantor de jazz.

 

De 1927, que es la fecha de la que data esta película, a 2011, el año de estreno de la última aventura de Harry Potter, el sonido en el cine ha evolucionado a pasos agigantados, con la creación de potentes sistemas como el THX o el Dolby Sorround, que incrementan poderosamente la espectacularidad.

 

Sin embargo, muchas escenas necesitan de diferentes ruidos para resultar creíbles y es ahí cuando se hace presente el montaje de sonido.

 

Quien naciese hace un par de décadas o antes puede que haya disfrutado de un famoso videojuego para ordenador en el que de la mano del maestro Steven Spielberg te explicaban los entresijos del cine, y más concretamente de lo rudimentarios que son algunos inventos que combinados en el momento adecuado con la imagen, recrean sonidos inimaginables.

 

Gracias a estos especialistas se han creado momentos del séptimo arte que se quedan grabados a fuego en la memoria por un portazo, un ruido blanco de un televisor o por un simple sorbo. Repasemos algunos momentos que han tornado en memorables gracias en buena parte a su sonido.

 

Un poco de historia

 

El cine se nutre de archivo en muchas ocasiones tanto para la imagen como para el sonido, y aunque hay varios ejemplos, quizá el más conocido sea El grito de Wilhelm.

 

Grabado en 1951 para la película Tambores Lejanos de Raoul Walsh, es un grito usado en muchos filmes y videojuegos, generalmente cuando alguien cae abatido.

 

Quien lo designó como por este apelativo fue el montador de sonido Ben Burtt, cuando al rebuscar entre los archivos de la Warner Brothers dio con este sonido único. Wilhelm es el nombre del personaje interpretado por Ralph Brooks en el largometraje La carga de los jinetes indios (Gordon Douglas, 1953), la que se cree fue la tercera película que usó este efecto, pero la primera producida por la gigantesca compañía de los hermanos Warner.

 

Al encontrar este alarido mítico, Burtt hizo uso de él para el cuarto episodio de La guerra de las galaxias, es decir, el primero en ser estrenado, Una nueva esperanza. A partir de ahí, y, en cierto tono jocoso, ha sido utilizado en mil y un obras (incluidos todos los Indiana Jones y los capítulos bélicos de las galaxias).

 

 

Qué sería del terror…

 

Si las bisagras de las puertas no chirriasen, las tablas del suelo no crujiesen o el viento no soplase amenazadoramente, ¿cómo conseguirían los maestros del suspense hacernos revivir el mal trago cuando esos sonidos se reproducen en nuestras casas?

 

La carta de ajuste nunca ha sido nada particularmente aterrador. Sin embargo, gracias a Porltergeist (Tobe Hooper, 1982), cuando nos quedamos dormidos delante del televisor a altas horas de la mañana y el aparato encuentra niebla por algún extraño motivo, el sobresalto no nos lo quita nadie.

 

Lo mismo podría decirse de la clase magistral de suspense impartida por su más grande conocedor, Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963). Durante todo el largometraje en sí los efectos de sonido tienen una importancia supina hasta el punto de que la película no cuenta con una banda musical que ayude a la hora de atemorizar al respetable. La parte auditiva está compuesta únicamente por gritos, graznidos, chirridos… que hacen agónicas las escenas de los ataques aviares. Tal es la envergadura del sonido en la historia que la directora francesa Christelle Lhereux elaboró un largo experimental en el cual los personajes sólo escuchan la banda sonora de Los pájaros sin ver en ningún momento imagen alguna. Un sourire malicieux éclaire son visage, es el título del filme, por si a alguien le entra la curiosidad.

 

 

Ejemplos en este género los hay en admirable cantidad. Los temblores de Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993) cuando se están acercando los dinosaurios; el continuo traqueteo de las ruedas del triciclo de Danny sobre el parqué y en silencio sobre la alfombra en El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980); Paranormal Activity (Oren Peli, 2007) en su totalidad. La lista es interminable.

 

 

Dos escenas siempre presentes

 

Para cerrar el artículo mencionaré dos secuencias que hacen que la película entera esté viva en mi memoria gracias a dos nimiedades sonoras.

 

Por un lado, Boogie Nights (Paul Thomas Anderson, 1997). Ésta película no sólo supuso la consagración de su director como un autor con mayúsculas si no que además le valió a Burt Reynolds una nominación al Oscar y un Globo de Oro. Tiene muchas imágenes memorables, pero la escena reina de la película es el primer coito grabado de Dirk Diggler (Mark Wahlberg), en la cual deja impresionado al equipo de rodaje. Exceptuando los gemidos de la genial Julianne Moore, la única parte audible que se le permite al espectador (y se clava en el subconsciente) es el motor de la cámara con la que están rodando haciendo girar la bobina. Una vez que se acaba la cinta en la que se está rodando, es el click el que hace salir a todo el equipo (y al público) del ensimismamiento.

 

 

Y no podía quedar sin mentar otra obra maestra que basa su grandiosidad en disparos, chasquidos, estallidos y la parte musical, Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).

 

Podrían ser muchos los ejemplos, pero uno en especial es llamativo por lo subliminal del asunto. No es otro que la escena de la hamburguesa. Vince (John Travolta) y Jules (Samuel L. Jackson) entran en el apartamento como lo que son, unos gángsters a los que se debe temer. Nuestro amigo del afro lleva la voz cantante, hasta el punto de pedir un bocado de hamburguesa (momento con el que, sea la hora que sea, se le hace a uno la boca agua tan sólo por el sonido de la saliva de Jackson). Y es ahí cuando viene el momento clave, Jules le requiere a su contraplano (con la frase que da título al artículo) un trago de la bebida que tiene delante. Bien, yo no soy un gran aficionado al sprite, pero la unión de la frase mágica, junto con el primer plano aguantado estupendamente por Jackson y, sobre todo, el sorbo final que denota que se ha tragado toda la bebida, hace que necesite imperiosamente beberme este refresco con sabor a limón. Es el mejor anuncio que la marca podrá tener en su historia.

 

 

Así pues, estos son solo algunos ejemplos, pero dado que existen muchísimos más, animo encarecidamente a que todo el mundo comente los suyos.

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