Tanto se ha hablado desde su lanzamiento (el 18 de enero de 2024), que no podíamos aguantar más y nos hemos lanzado a jugar a una de las mayores sorpresas que nos ha deparado la industria en los últimos tiempos.
Y es una sorpresa por muchos factores y no solo por su inusitada calidad. A todo el mundo pilló con el pie cambiado el anuncio de Ubisoft, más aún cuando lo que se esperaba (y aún se espera) es el remake de Prince of Persia: Las arenas del tiempo. No solo estábamos ante un proyecto diferente, sino que ni siquiera se trataba de una aventura de acción y plataformas como era habitual en la saga.
Prince of Persia: The Lost Crown no solo no tiene nada que ver con la historia narrada en la saga de finales de los 2000, sino que -en consonancia con el estudio detrás del juego, los creadores de Rayman Legends– el juego se presenta como un metroidvania protagonizado por un inmortal, apelativo de la guardia de élite de la casa real persa. ¿Y por qué un soldado y no el príncipe como protagonista? Pues porque nuestro objetivo es, precisamente, rescatar al príncipe de Persia.
Como veis, sobre el papel todo es sorpresa y expectación. Un ruido que, por suerte, se traslada a la propuesta final de manera inmejorable. Y eso que el reto era complicado, con referentes tan sólidos en el género como Hollow Knight o Ender Lilies. Pero claro, si detrás de tu juego está Ubisoft Montpellier, estudio responsable de la saga Rayman, todo parece más fácil.
Prince of Persia: The Lost Crown consigue lo más difícil: que su propuesta se sienta fresca en todo momento y que no deje atrás a ningún jugador. Con unas opciones de accesibilidad súper versátiles, el juego no solo propone las dificultades estándar, sino que permite que cada uno adapte el reto a su gusto. Calibrada la dificultad nos metemos de lleno en una historia de leyendas y profecías, de traiciones y engaños. Un argumento entretenido y funcional, en la línea de las más destacadas historias de aventura. Y este es un punto crucial que diferencia a Prince of Persia de los metroidvanias citados u otros como Blasphemous o, en general, la línea que parece seguir el género en los últimos años.
Ubisoft Montprellier huye de la fantasía oscura y de las narraciones melancólicas o con aire de tragedia. Prince of Persia: The Lost Crown abraza la aventura y su vertiente mitológica. Sargon, su protagonista, encarna el arquetipo del héroe y, como tal, su viaje, no exento de retos y peligros, tiene un carácter más luminoso.
Jugablemente, este Prince of Persia consigue transmitir que siempre hay algo por hacer o descubrir y rara vez frustra al jugador. Si no puedes avanzar por un lado, su enorme mapa te permite recorrer otros caminos. Si hay un tesoro que ahora te parece inalcanzable, no te preocupes, más adelante podrás obtenerlo. De acuerdo, esto es lo que hacen todos los metroidvanias, pero pocos transmiten la sensación de organicidad de este. El backtraking no se hace pesado, sino que fluye de manera natural.
El mapa, además, muy flexible con el jugador. No solo muestra los objetos o los caminos bloqueados a falta de obtener la habilidad en cuestión (esto se puede activar o desactivar en las opciones), sino que va un paso más allá en el concepto de los marcadores. A los clásicos vía iconos se añade una mecánica consistente en sacar una foto (o hacer una captura de pantalla, lo que prefiráis) y guardarla en el mapa. Así, si por ejemplo se nos resiste un coleccionable, podemos hacerle una foto que no solo nos muestra su ubicación en pantalla, sino que registra el punto exacto en el mapa. Ojalá los próximos metroidvanias que lleguen tomen buena nota y copien la idea.
Respecto al combate, muy fluido (el juego funciona realmente bien tanto en PlayStation 5 como en Nintendo Switch, esta aquejada solo de tiempos de carga un pelín más acusados), permite alternar entre el arma principal (dos espadas) y un arco que, si dejamos pulsado el botón correspondiente, se convierte en una suerte de bumerán también de gran importancia en la resolución de puzles. Prince of Persia descansa en un sistema de combate basado en los combos y que premia la agilidad y los ataques aéreos del personaje. Levantar a los enemigos del suelo y usar el dash en el momento justo da la oportunidad de enlazar combos de cinco o seis golpes con relativa facilidad, siendo también importante la mecánica de los bloqueos. Podemos esquivar, pero si el enemigo lo permite, el juego premia los parries. ¿Y eso? Un bloqueo perfecto puede desembocar en un contraataque letal por nuestra parte.
Obviamente no todos los enemigos han de afrontarse de la misma manera y a medida que avanzamos y exploramos nuevas zonas los enemigos se vuelven más poderosos, pero a base de combinar movimientos y acertar con el timming el combate se hace súper satisfactorio. Disponemos, además, de un conjunto de habilidades (podemos activar dos), que van desde recuperar salud a barrer a los enemigos con un ataque zonal, que podemos usar al rellenar una barra de poder, encadenando ataques… o haciendo bloqueos. El juego pide y premia una actitud valiente por parte de los jugadores.
Y así durante 15-20 horas, que es lo que puede llevar completar la partida (unas pocas horas más si vamos a por el 100%). Duración larga para el género, cuando lo normal suele estar en las diez horas, pero que, como decíamos, no se hacen cuesta arriba en ningún momento. Prince of Persia: The Last Crown es una robusta propuesta en todos sus aspectos y que, además, ofrece interesantes ideas propias tanto en la exploración, como en el combate. Difícilmente (esto va por gustos, claro) vais a encontrar un metroidvania mejor que este.
Analizadas las versiones de PlayStation 5 y Nintendo Switch.
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