Joe Casey demuestra su versatilidad con una historia que nos presenta la cara oculta de los héroes de acción.
«¿¡Te la vas a cascar o qué!?«
El sexo vende. Basta con echar un vistazo a los videoclips pop de chicas que chupan martillos o que se montan dúos lésbicos interraciales para comprobar su pegada. Así pues, Joe Casey, guionista de diversas etapas de Cable y de Uncanny X-Men aunque es más conocido por su participación en la creación del personaje Ben 10, decidió el pasado año de 2013 utilizar este viejo recurso para sacarse de la manga un cómic que buscaría explorar varios aspectos de los superhéroes poco o nada tratados por las grandes editoriales. La idea sería la de devolver a un sucedáneo de Batman a su Gotham particular (Saturn City en esta ocasión) tras una temporada de exilio autoimpuesto y ver qué vida hay después de la muerte del héroe en una ciudad que no ha detenido sus engranajes mientras su defensor se encontraba fuera.
Sin embargo Casey va más allá y nos ofrece un relato sobre los vicios y las adicciones que ocultan las máscaras y que, una vez éstas ya no forman parte de la ecuación, comienzan a aflorar en cada uno de los personajes que cada uno interpreta a lo largo de su vida. Simon Cooke, alias El Santo, no tiene más que una misión al regresar a Saturn City y ésta es la de retomar su vida una vez abandonados los «hábitos» que le dieron nombre durante tantos años. La tarea parece simple pero, como ya habrá captado el lector avispado, no lo es en absoluto. El guionista pone sobre la mesa las dos «personalidades» del protagonista y lanza al aire la pregunta del millón: ¿Cuál de las dos es la verdadera? ¿La del héroe enmascarado? ¿O la del millonario solitario?
«Ni se te ocurra pensar en echarme un polvo de venganza nene«
Pero todo esto ya lo hemos visto antes. Bruce Wayne ha colgado la capa en más de una ocasión y muchos autores se han acercado, con mayor o menor acierto, a la obsesión que hay detrás del concepto del justiciero (¿he de mencionar acaso la maravillosa El Regreso del Caballero Oscuro?) ¿Qué es lo que diferencia a esta historia de las demás que podamos encontrar en las estanterías de una librería especializada?
Aquí es donde Sex hace honor a su título. Casey explora, de una manera casi obsesiva, la vida ociosa y sexual de los héroes (y los villanos) una vez las capas han sido arrojadas a lo más profundo del armario. Como si de un Freud de las viñetas se tratase, el escritor norteamericano se centra en lo que hacen los protagonistas de los cómics con sus genitales cuando creen que nadie les ve y explica desde ahí la excitación cercana a lo sexual que mueve al justiciero a saltar de tejado en tejado, la necesidad sadomasoquista del villano de turno de sentir la cercanía del héroe que le dé sentido a su existencia, la atracción irresistible que siente la ladrona por el halo de misterio que envuelve a su eterno captor…
El autor peca en ocasiones de incidir con demasiada insistencia en «el tema que vende», pero el mensaje que transmite y la perspectiva desde la que analiza a una serie de personajes arquetípicos que todos conocemos hacen de Sex una lectura la mar de interesante y, válgame la expresión, sumamente placentera. Además, aunque los penes y pubis femeninas depiladas y sin depilar se nos muestran sin pudor cada pocas páginas y más de una vez por capítulo, Casey no cae en lo obsceno ni en lo pornográfico para aumentar las ventas de su historia, sino que cada vez que vemos un desnudo (o parte de uno) el autor aprovecha la ocasión para dejarnos entrever una pequeña parte del alma de sus personajes, que poco a poco se van diferenciando de sus modelos y comienzan a caminar por su propio pie.
«¿Significa eso que estoy completamente jodido?«
Saturn City es un personaje más del relato de Casey. La ciudad se encarga de mostrarnos como una urbe sin héroes se vacía poco a poco de los villanos a quienes hacían frente los primeros y se va llenando, poco a poco, de la humanidad más sórdida y vacía, preocupada únicamente por el momento presente… o por encontrar rivales que justifiquen villanías a mayor o menor escala en aras de la progresión social hacia una meta indefinida que se presume en las alturas de la pirámide de poder.
Para terminar, fijémonos en el dibujo. A Piotr Kowalski (no confundir con el arquitecto de hace un siglo) le podremos ver en el What If de La Era de Ultrón y ya le hemos visto asociado a los cómics de Robocop y de Hulk. Este artista belga de apellido bastante más oriental nos presenta un estilo ochentero (tanto en la línea como en el color) que nos mete aún más en la atmósfera del cómic de Joe Casey. La brillante gama de colores utilizados y los juegos de luces y sombras con los que nos obsequia crean un todo que funciona independientemente de un guión para el que es el perfecto complemento.
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