Cierto es que el cierre de la serie no fue ninguna maravilla. Tampoco podía esperarse más de un producto que contaba (con una cuidadísima producción y mucho talento) una historia basada en el lujo, los caprichos y la ley del mínimo esfuerzo. Y la sintonía con los protagonistas era tal que el público ardía en deseos de que al protagonista le dieran todo lo que pidiera por esa boquita para estar en la última película de James Cameron. Esa mala uva, esa fanfarronería bien entendida y llevada por los cauces adecuados supuso que durante las ocho temporadas que duró hiciera las delicias de los fans del séptimo arte. Más por los posibles cameos y lo que (imaginamos) puede ser la vida de un actor famoso, que por su intrincado (para nada) estudio de la industria.
Si todo ya quedó contado, ¿qué necesidad había de esta película? La respuesta sincera sólo la tendrá Doug Ellin, creador de la serie y director de la cinta, amén del productor de moda en Hollywood, Mark Wahlberg, que donde pone el talón sentencia el éxito. Cabe inclinarse por dos que podrían ser plausibles y nunca se confesarían a la prensa: la serie se terminó sin fuerza, en uno de esos tramos que sufrió en los que la trama perdía fuelle con cada nueva secuencia; o, al estilo Ocean, los integrantes del equipo son tan amigos y se lo pasan tan bien trabajando juntos que por qué no juntarse de nuevo con el permiso de HBO y ganar dinero y echarse unas risas al mismo tiempo.
Al margen de las razones, lo que se ha estrenado en salas no deja de ser un capítulo más de la serie alargado hasta tener una duración mínima para considerarse largometraje. Vince y sus chicos no han cambiado en absoluto y siguen perdidos entre papeles imposibles, chicas y montones de dinero. No se puede buscar nada más en ella porque no se encontrará. Nada de dramas filosóficos, ni siquiera subtramas con ínfulas de salirse de lo conocido. Una realización vertiginosa, que no se corta en presupuesto y que presenta un estilo de vida tan envidiable como vacío de sentido.
Ahora bien, si la serie sí que logró cuotas de profundización sobre los personajes que elevaban el tono de la misma, la película no hacía presagiar que en una hora y media se consiguiese exprimir mucho a unos personajes de sobra conocidos. Por eso, la socarronería y los chistes fáciles siguen estando presentes al igual que las situaciones impregnadas de cameos que poblaban la pequeña pantalla también tienen su lugar en la sala de cine. Para los que siguieron la serie con fervor, la película supondrá un chute menor con el que olvidar el mal sabor de boca que dejó el final; para aquellos que no saben qué significa tener un séquito en Hollywood, mejor dejar esta película de lado.
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