Silvered Water, Syria Self-Portrait

Silvered Water, Syria Self-Portrait: Poesía del horror islámico

La categorización teórica del documental, en general, es difusa. Por ello, sería más exacto catalogar Silvered Water, Syria Self-Portrait (Wiam Bedirxan, Ossama Mohammed, 2014) como una poesía visual de formato epistolar sobre el horror de la guerra, a través de un personalísimo relato del autor en primera persona. El propio Ossama Mohammed arma un retrato sobre la actualidad de Siria con su voz en off como nexo de dos partes bien diferenciadas. Una primera parte en la que se entremezclan imágenes poéticas captadas por el director en París y Cannes junto con material de primera mano enviado por civiles y militares sirios, grabado mediante cámaras domésticas y móviles. Sobre estas imágenes narra sus sensaciones como exiliado sirio y su análisis sobre lo que está sucediendo en su país, trascendiendo de lo particular a lo existencial. En la segunda parte entabla conversación con una joven kurda con la que empieza a mantener contacto informático desde París, mientras ella le manda vídeos del día a día de su vida en Siria.

 

Silvered Water, Syria Self-Portrait

 

El denominativo poesía visual no es aleatorio. Es la manera que tiene el autor de representar juicios nulos, militares que abusan de su poder, maltratos civiles, violaciones, mutilaciones, niños sin esperanza. Un país de ciudades vacías, poseído por una barbarie religiosa que está más cerca del infierno que del paraíso al que sus ciudadanos aspiran. Es la manera que el propio Ossama tiene de acercarse a la realidad de su pueblo desde la distancia. A través de imágenes borrosas, sonidos entrecortados, planos inquietos y nerviosos en plena batalla, a los que interroga sobre el porqué de esa realidad y a los que une planos poéticos, estéticos, con los que conforma figuras retóricas que provocan preguntas y paralelismos con temas universales como la muerte, Dios, la lucha o el arte. El arte y más concretamente el cine, el poder representativo de las imágenes, de lo bello, y lo imposible que resulta encontrarlo en Siria, donde solo puede captarse la muerte y la barbarie.

 

Sin dar respuestas. Sin posicionarse en el conflicto entre partidarios y detractores del presidente Bashar Al-Asad. Mostrando únicamente las consecuencias de la guerra civil. Preguntándose más allá de la propia realidad, a través de vídeos de víctimas anónimas a las que el autor trata de poner nombre y trasfondo dentro del conflicto Sirio. Silvered Water es, en definitiva, un documental comprometido, por lo que denuncia y por cómo lo plantea. Violento, explícito, desagradable por cuanto muestra y cómo lo muestra, pero documento de lo real al fin y al cabo. Montado desde la vergüenza de lo representado, y el lamento del exilio voluntario. Desde la cobardía de mostrar desde la distancia aquello que el propio autor reconoce, debería estar grabando en primera persona. Mientras se imagina caminando por las calles de Homs, a través de los vídeos de una joven activista y su hijo, al igual que el joven Edmund Moescheke paseaba por las calles derruidas de Berlín en Alemania año cero (Roberto Rossellini, 1948).

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