Jauja

Jauja: Ficción onírica y realismo mágico


En 1995 Lisandro Alonso presentó el cortometraje Dos en la vereda, de estilo austero, minimalista, contemplativo tanto en diálogos como en montaje, de tempo sosegado, regusto por lo realista y lo contenido, cercano al documental, pero con cierto poso simbólico. Ese mismo ejercicio volvería a repetirlo en su primer largometraje La Libertad (2001) donde lleva al límite esas premisas entre el documental y el neorrealismo con un estilo ausente de artificios, naturalista, pero con tendencia a la búsqueda de lo estético y la composición artística. El siguiente paso sería readaptar ese mismo estilo al relato de ficción en Los Muertos (2004), y en un ejercicio de concienciación de su propia obra citándose a sí mismo en Fantasma (2006). En esta última, al igual que en Liverpool (2008), dicho estilo cambia hacia una representación relacionada con el cine de ficción, pero manteniendo las puestas en escena realistas y la práctica ausencia de diálogos, con un uso de la luz y los colores más lejano del naturalismo de sus comienzos.

 

Viggo Mortensen

 

Jauja (2014) quinta película de Lisandro Alonso, es un western existencialista ambientado en la Patagonia Argentina del siglo XIX con ecos temáticos a películas como Centauros del Desierto (1956, John Ford) y grabado en formato académico. Un salto cualitativo en la trayectoria del director debido a la compleja apuesta estructural de la película, que recuerda a los tiempos y espacios imposibles de El año pasado en Marienbad (1961, Alain Resnais) o los puzles trabados de Mulholland Drive (2001, David Lynch). Film abierto, con multitud de lecturas, que aúna en sí mismo tanto el viaje en busca del ser querido desaparecido como la historia de quien imagina el viaje de quien busca al ser querido desaparecido. Un ejercicio metanarrativo de héroes desarraigados, afectados por el choque intercultural, envueltos en situaciones, personajes y elementos adquiridos del cuento tradicional.

 

Lisandro Alonso rompe en el aspecto fotográfico consigo mismo, con su modo de representación habitual, destacando en este caso el uso de los colores o los claroscuros debido a la peculiar temática del film. Pero mantiene un estilo y narración propios, continuistas, autorreferenciales, con guiños fugaces a películas anteriores, como el uso de los muñecos del militar en Jauja y del futbolista en Los Muertos, o los planos iniciales de hombres comiendo en La Libertad y en Jauja. También en el tempo narrativo, el montaje alargado a final de plano, la cámara estática, el reducido uso de personajes o la casi ausencia de música extradiegética, que en Jauja cumple una importante función de introducción a una dimensión paralela ajena al relato.

 

En definitiva, Jauja supone en gran parte por el trabajo de Timo Salminen, una readaptación del estilo del director y de su propio relato de ficción a lo onírico, a lo metafísico, y un desafío a la narración y al espectador tradicional. Un salto estético y técnico en la filmografía del director, y un punto de referencia por la naturaleza y cantidad de lecturas posibles que ofrece.

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