Midori, la niña de las camelias es quizás una de las obras más conocidas y a la vez más controvertidas de Suehiro Maruo, uno de los mayores exponentes del ero-guro. Publicado a mediados de los 80, el manga (que tuvo una adaptación anime en 1992) ha sido rescatado recientemente por ECC Ediciones en su afán por ofrecer un ecléctico catálogo de manga entre sus colecciones de referencia. Ahí están, además de algunos de los trabajos más destacados de Maruo, mangas de Junji Ito, Shun Umezawa o Shintaro Kago.
«Únete a nosotros, Midori«
La que nos ocupa ahora, una obra corta de apenas 160 páginas, nos presenta a Midori, una niña que se ve obligada a trabajar en un circo de fenómenos (al estilo del presentado por Tod Browning en su película La parada de los monstruos) tras perder a sus padres. La pérdida de estos (que se narra ya en las primeras páginas) convierte su -hasta entonces- inocente existencia en un infierno en vida, siendo sometida a toda clase de abusos y calamidades por quienes se suponen que deben protegerla y cuidarla. Así, Midori es tratada como una esclava por sus compañeros y por el dueño del circo que la acoge.
En este tortuoso escenario, la protagonista ha de aprender a sufrir y a conservar la poca esperanza que no han conseguido arrancarle a pesar sus terribles circunstancias. El autor, en un aparente desdén hacia su pequeña protagonista, se muestra sádico y muy malvado. Pero no tanto en un plano físico (eso se lo guarda para otros personajes), sino psicológico, poniendo de manifiesto la trágica vida de la generación de niños que tuvo el infortunio de conocer de primera mano las consecuencias de la Guerra chino-japonesa de la era Shōwa (que abarcó de mediados de 1937 hasta el final de la 2ª Guerra Mundial), en cuya primera fase (1939) se sitúa la historia de Midori. Es decir, bajo esa presunta indiferencia, hay un sentimiento de lástima y dolor hacia esas infancias quebradas que, sin culpa de nada, cargan con todas las penas (tema tratado también, por ejemplo, en la antología Infierno embotellado).
Ello narrado desde la personal mirada de un autor que disfruta jugando con los contrastes y exigiendo estómago y mente abierta a sus lectores, con imágenes que van de lo violentamente grotesco o desagradable a lo más metafórico y experimental. El humor absurdo y el terror son otros de los elementos característicos del autor que aquí tienen una importante aportación para hacer de Midori, la niña de las camelias una obra que apunta a nuestra maldad y que no deja indiferente tras su lectura.
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