En una cuidada edición integral en cartoné con sobrecubiertas, Panini Cómics ha decidido recuperar la obra más reconocida de Suehiro Maruo en nuestro país, La sonrisa del vampiro, cuya última reedición corrió a cargo de la extinta EDT. Con un competitivo precio (22€, 520 páginas) hay pocas excusas para no hacerse con este ya mítico relato de terror.
Suehiro Maruo es un autor muy personal, con un imaginario dado al exceso, interesado en explorar los rincones más oscuros del alma humana, para lo que no se amilana ante escenas que podrían considerarse excesivamente provocativas, escatológicas, o que fuerzan la sensibilidad de los lectores. Pero también es un autor que sabe generar una tremenda angustia y malestar sin necesidad de mostrar. Le gusta la exageración, sí, se siente cómoda con ella, pero también es capaz de trabajar desde la contención, dejando que sea nuestra imaginación la que explote lo que él solo sugiere. Este doble juego de equilibrio es el que nos encontramos en La sonrisa del vampiro.
El tomo publicado por Panini recoge las dos partes en las que dividía originalmente la obra: La sonrisa del vampiro y su secuela, La sonrisa del vampiro: Paraíso. A pesar de que su autor no suela considerar sus obras como algo con una verdadera profundidad más allá de lo que exponen sus imágenes, el carácter alegórico es muy palpable. Más aún en los tiempos que corren.
La obra habla acerca de la pérdida de la inocencia, de cuán traumático puede ser el paso a la edad adulta y de la violencia extrema en la que vive nuestra cada vez más enardecida sociedad. La primera parte tiene un cariz más psicológico, donde las imágenes explícitas se entremezclan con las insinuaciones y el terror fuera de campo. Hay escenas duras, sí, pero más por lo que significan y por lo que sabemos que sucederá a continuación que por lo que muestran en si o lo gore que puedan llegar a ser. Maruo es provocativo, pero no gratuito.
La segunda parte, cuya trama tiene lugar tiempo después de los acontecimientos previos, juega más con la acción, pues el elemento de misterio que arrastraba la atmósfera de la primera -por razones lógicas-, aquí desaparece. Pero el autor lo sustituye por una estética mucho más perversa y fetichista, al tiempo que reformula algunas de los elementos que damos por canónicos en el vampirismo.
En el apartado visual es igualmente provocador, conjuga imágenes grotescas o de gran carga sexual con otras de inusitada belleza, atrayendo y removiendo a sus lectores a partes iguales. Las claves definitorias de la obra de Suehiro Maruo se concentran en esta estimulante y malsana revisión del mito vampírico.
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