Entrevistar al director y actor de Vivir es fácil con los ojos cerrados es como estar de cháchara con amigos. Se nota la complicidad entre ambos, empiezan a recordar anécdotas del rodaje y del pasado, de sus familias, algo normal en un proyecto tan íntimo como ha sido esta película.
Pregunta: Esta película podría estar en la línea de Amélie: tan positiva, tan buen rollista, llena de luz,… ¿La consideráis anticrisis?
R: Javier: Yo creo que tiene varios elementos anticrisis. Es una película positiva, luminosa, tres personajes que se buscan a sí mismos en un momento difícil. Yo confío plenamente de que el éxito de San Sebastián tanto de público como de crítica influya en la taquilla. Si no, dejaré de confiar en el género humano. Porque después de una semana con un millón y medio de entradas vendidas (por la Fiesta del Cine), y con la gente deseosa de ver buen cine y películas que cuenten «nuestras historias», tienen en Vivir es fácil una muestra de lo que nos están demandando.
David: Si la crisis es de ganas de vivir, esta película es anticrisis, yo creo que en todos mis trabajos siempre he transmitido las mismas ganas de vivir, independientemente a las dificultades que pudieran tener los personajes. Es algo intrínseco en mí, creo que es más triste perder las ganas de vivir que perder la vida.
Amélie precisamente no me causó gran sensación, entiendo esa transmisión de buen rollo, pero mi buen rollo favorito en el cine es de El apartamento, el de Con faldas y a lo loco, o el de Vive como quieras. Me apunto a ese buen rollo sí o sí. ¿Por qué no? ¿Por qué al final Jack Lemmon no va a poder juagar a las cartas con Shirley MacLaine? ¡Sí por favor, por eso he ido al cine!
P: Esta película nació de varias anécdotas, entre ellas una en que uno de tus hermanos David, se escapó de casa siendo tú un bebé y tu madre te contó después que mientras te daba el pecho esos días, lloraba y las lágrimas caían en ti, y lo consideras como un verdadero bautizo. ¿Es tu película más personal?
David: No, te diría que todas son muy personales, pero en la misma proporción. No he hecho ninguna propiamente autobiográficas, pero en todas sí hay un margen importante que tienen relación con mi vida, y en ese sentido la considero una más.
Al contar la anécdota de la fuga de mi hermano, sí que había mayor responsabilidad pero también lo había en la historia del profesor, y te gustaría contarlo bien.
P: En San Sebastián comentasteis que para el personaje de Antonio, hubo cierta inspiración en los personajes de José Luis López Vázquez, aunque también habéis comentado que no hubo demasiada preparación para la parafernalia en los ensayos.
Javier: Sí que estuvimos pensando cosas, hay por ejemplo cierta tosquedad… Yo recordaba cosas de mi padre y de mis tíos. Me acuerdo que cuando entraba una mujer guapa en mi casa, mi padre se «comportaba» distinto, había una determinada torpeza en la gente; a lo mejor le soltaba a alguna «hija mía, cómo te estás poniendo» y claro, esas frases insertadas en un guion son difíciles de interpretar desde la torpeza, aunque lo digas desde la admiración, y se pueden malinterpretar. Ésa es la dificultad en esta historia: hay muchas frases graciosas, de antes.
David: Eran las formas de antaño, mi madre nunca utilizó una frase malsonante, siempre decía «conche«, yo esas cosas se lo decía a Javier. La gente se frenaba mucho al hablar, era como contención y exuberancia a la vez.
Javier: Yo creo recordar que lo peor que dije de pequeño fue a mi hermana que la llamé «asquerosa«, y mi madre se pilló tal enfado, que lo sigo recordando en las comidas familiares cuando oyes las cosas que dicen los niños. Eran otras épocas.
David: Bueno, y mi madre nos decía «si algún niño en el colegio os dicen que yo soy esa palabra que os dirán, vosotros estad tranquilos» y nosotros le decíamos: «¿Puta, mamá?» y se ponía «¡No lo digáis! Vosotros ni caso» ¡Es que así nadie se enfadaba con nadie!
P: Tengo que hacer una pregunta obligada pero poco original. La Concha no se recogió en San Sebastián, ¿El Goya qué? ¿Tocará este año?
Javier: Si pertenecemos a una lista maravillosa de los nominados no premiados.
David: En la película hacíamos muchas bromas porque Francesc (Colomer) lo ganó por Pa Negre, y cuando había alguna discusión y no sabíamos cómo hacer algo, decíamos: «Que lo decida Francesc que es el que ha ganado el Goya«. Yo he estado nominado ocho veces como director o guionista, y Javier cinco como actor. Aunque he de decir que a mí me encanta estar nominado y no ganarlo, me produce un placer mayor que ganarlo.
P: Bueno, eso de momento no lo sabes…
David: Sí, igual esta sensación cambia si lo gano (risas). Pero me encanta lo de no ganarlo, porque tienes un puntito de víctima en plan «nadie me quiere». Y en San Sebastián de hecho, un amigo mío, director de cine, me llamó al día siguiente de que salieran las críticas y me dijo: «Ya verás, ni un premio te vas a llevar ¿Qué te crees? ¿Qué se puede llegar a un festival que gustes al público, a la prensa y encima que te den un premio?» ¡El juego es así! Llevamos la película al Festival porque queríamos darla a conocer, y nos salió muy bien la jugada.
Javier: La película se estrena ahora y puede llegar hasta los Goya, y si recibe algún premio se reestrena, porque estos premios cada vez funcionan mejor como plataforma de taquillas.
David: A mí me haría mucha ilusión si le dieran el Goya a Ramón Fontseré como secundario porque está estupendo.
Javier: Sí, porque está genial, y a mí bastante que ya me has regalado David un personaje así, con lo que ya voy servido.
David: Tú eres como yo. Cuando no te dan el Goya se te acerca alguien de la profesión y te dice «es que tú no lo necesitas«, y te quedas como con las ganas de un niño pequeño pensando «¡Jo, yo también lo quiero como los demás!«. Aunque la verdad es que nos sentimos muy valorados en esta profesión.
Javier: Sí, sí que es cierto que estamos valorados. Yo ya tengo para cinco vidas más.
David: Bueno, en tu caso siete.
Javier: Mi madre me lo recuerda siempre que qué cosas tan bonitas te pasan. La gente desde fuera te lo valora mucho, y ya con eso, debemos estar más que felices.
Fotos: EVA GARRIDO
También podéis leer nuestra entrevista a Natalia de Molina y la crítica de Vivir es fácil con los ojos cerrados.
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