Ya está en nuestras pantallas, pero fue en la pasada edición del Festival de Berlín donde se proyectaba por primera vez Museo, de Alonso Ruizpalacios, una película sobre un robo al Museo de Antropología de Ciudad de México perpetrado por dos ciudadanos que no sabían lo que hacer con las piezas sustraidas. Allí pudimos hablar con Gael García Bernal, su protagonista.
Pregunta: ¿Cuál es tu idea personal sobre el arte y la historia de la arqueología? ¿Coleccionas?
Respuesta: Bueno, ahora es muy diferente que antes de hacer la película. Ha cambiado mucho mi relación con el arte porque nunca me había planteado ciertas cosas sobre los museos. Muchos museos del mundo occidental están llenos de piezas expoliadas y eso hizo que me diese cuenta que las experiencias en museos como el de Antropología de México era muy diferente a la que se puede tener en el British o el Museo de Pérgamo porque en esos museos ves las consecuencias del colonialismo y el orgullo de ciertos países al robar estas piezas y exponerlas. ¿Cómo le sentaría eso a un sumerio? En verdad es gracioso porque ese valor monetario se lo hemos dado nosotros, no es algo que venga de origen, es algo impuesto por la antigüedad del objeto. Es algo que reflexioné durante el rodaje de la película y ha hecho que adore ir al Museo de Antropología porque como mexicano me dice qué soy y de dónde vengo, además me hace sentir responsable con mi cultura. Y no, no colecciono, no creo que sea ético.
P: ¿En México os enseñan estas culturas en el colegio? ¿Crees que los personajes sabían lo que tenían entre manos?
R: Sí y todas las de la zona, de hecho conocía muchísimo antes de rodar la película porque es muy importante como mexicano el conocer esto desde que eres pequeño. Probablemente la admiración hacia estas piezas es lo que haga tan complejos a los personajes, algo que no tendría un personaje americano que jamás las devolvería. No creo que sean rebeldes sin más, mi personaje está enfermo y hay algo diabólico en él. Es algo muy habitual en todas las personalidades y nos lleva a tomar malas decisiones, las peores de nuestra vida. Es un personaje que, al fin y al cabo, es muy humano y por ello nunca se entendió que dos mexicanos robasen su propio patrimonio ya que nadie se podía creer que no perteneciesen a ninguna mafia. Ellos eran de una familia de clase media y vivían bien… ¿por qué hiceron eso?
P: ¿Cómo es la experiencia de rodar en un museo?
R: Como actor ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Hubo tres horas que nos dejaron solos en una de las salas porque ellos estaban rodando fuera, todo esto en plena noche; estábamos allí solos, podíamos casi dialogar con los objetos del museo, ver como pasa el tiempo sobre ellos. Luego tuvimos que hacerlo en la ciudad de Palenque donde oíamos gritar monos y veíamos las estrellas, fue muy interesante también porque lo que se ve en la película es una mínima parte de lo que fue esa ciudad y se ha integrado plenamente con el paisaje. Es increíble.
P: ¿El México que se ve en la película es parecido al actual o más naif?
R: Eran los 80, sí, quizás éramos más ingenuos: un microondas representaba la libertad, la Coca Cola la felicidad… éramos más inocentes sí y había un fuerte arraigo a nuestra cultura. Ahora quizás somos más abiertos.
P: ¿No crees que lo que hicieron ellos fue otra obra de arte? Cogieron unas piezas milenarias y las movieron por el territorio que las vio nacer, es decir hicieron una performance de un simple robo.
R: Puede ser, es una lectura muy interesante de lo que pudo derivar de ese acto. La escena de los niños jugando con las piezas es muy reveladora porque están jugando con ellas en la arena, al fin y al cabo estos objetos fueron desenterrados por arqueólogos. Como trabajamos con réplicas tuvimos que catalogarlas de una forma especial para no ser confundidas con las originales, cuando vimos a los niños jugar con ellas nos dimos cuenta de que no había otro lugar mejor para ellas, ni siquiera el museo, porque ese es su origen en la cultura moderna.
P: ¿Has robado alguna vez en tu vida?
R: No, pero lo he intentado. Una vez intenté robar un yogur pero me sentí fatal, no podía hacerlo.
P: ¿Se debe a una educación dura?
R: No creo que sea una cuestión de educación, sino de construcción ética. A mí no me importa que alguien robe un banco, pero yo nunca lo haría. El caso del yogur refleja mi empatía hacia el propietario de la tienda. Es bastante impresionante como hemos convertido el robo en algo admirable y de lo que se habla, el propio hecho de que exista esta película es un acto de admiración hacia el ladrón; aunque si lo pensamos fríamente ¿de qué sirve robar algo de un millón de dólares? ¿Qué vas a hacer con ese dinero?
P: ¿El autor del robo sigue vivo?
R: Mi obligación ética es recomendarte que lo descubras por tu cuenta, usa Google. Él murió y la familia no ha querido formar parte de la película y por ello no quiero ser yo quien hable del tema.
P: El protagonista de la película consume mucha pornografía y las películas que aparecen son reales. ¿Estos iconos eróticos son reales? ¿Los conocía?
R: No digo esto por quedar bien con vosotros, pero no, no me interesa y tampoco me gusta. Nunca entendí el humor que había detrás de esas películas, me parece muy vulgar. Sí que las he visto por curiosidad pero me aburren, porque además son demasiado largas. Uno de nuestros presidentes actuó en una de esas películas.
P: Volviendo a tu educación, ¿te sientes cada vez más parecido a tus padres? Ellos son artistas también, ¿qué recuerdos tienes de ellos?
R: Afortunadamente crecí en un buen ambiente porque mis padres trabajaban en la universidad de Ciudad de México y eso me permitió conocer a gente de toda clase de orígenes culturales, especialmente latinoamericanos. Ellos hacían teatro, era muy experimental y eso hacía que tuviesen la mente muy abierta, lo que permitió que me diesen mucha libertad. El movimiento zapatista en 1994-95 provocó un gran cambió en nuestra generación, en nuestra forma de pensar y de vivir por lo que soy muy diferente a mis padres, pero sí que compartimos un sentimiento de libertad que, al fin y al cabo, me dieron ellos.
P: ¿Cómo es la relación de México con estas piezas y el museo que las alberga? ¿Cómo asume la sociedad el robo?
R: Es complicado, me gustaría mencionar a Jaime Torres Bodet que fue de los precursores del Museo de Antropología. Hay una frase suya a la salida que dice algo así como que recorrer el museo es igual que ver un álbum fotográfico familiar y que el recorrido debe servir a un mexicano para verse así mismo y a los extranjeros para reflexionar como la historia es un cúmulo de tragedias. Los museos deberían construirse para la humanidad no para una nación porque permitirá preguntarnos muchas más cosas, ya que es muy negativo que se convierta en un espacio de reflejo de poder.
P: ¿Y crees que es importante que tus hijos se sientas mexicanos?
R: Sí porque creo que es importante que cuando viajen y conozcan personas de otras culturas. Y es bonito que se sientan identificados con algo propio como puede ser El día de los muertos que es nuestra celebración más conocida.
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