Coco

Coco: El renacer de Pixar

Pocos estudios con presupuestos tan suculentos como los que cuenta Pixar han sabido desarrollar productos tan arriesgados a nievel artístico. Desde el momento en el que apareció en esa jungla llamada Hollywood, la empresa fundada por Steve Jobs (entre otros) encabezó la vanguardia de la animación logrando en 1996 estrenar la primera película animada íntegramente por ordenador.

 

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Su siguiente obra también supondría un logro técnico pues Bichos: una aventura en miniatura sería la primera película de la historia en contar con un máster digital. A raíz de aquí llegó una interminable cadena de éxitos (por no llamarlos obras maestras): Monstruos S.A. , Buscando a Nemo (primer Oscar de animación para la compañía), la incansable máquina de hacer dinero llamada Cars, Ratatouille, Los Increíbles… aunque el summum llegaría entre 2008 – 2010 cuando estrenarían una especie de trilogía formada por Wall-e, Up y Toy Story 3. Se puede hablar de trilogía por cierta relación temática entre sus partes: la soledad, la identidad o el paso del tiempo movían estas películas en las que Pixar encontró una fórmula sublime para dominar las emociones, para dosificar la tristeza con personajes estrámboticos o claramente cómicos pero, sobre todo, dejaron muy claro que ellos no hacían cine para niños.

 

Tras esto, vinieron las vacas flacas y aparecieron una serie de películas menores como Brave o El viaje de Arlo junto a las secuelas de Cars, Buscando a Nemo o Monstruos S.A. que asustaron a la prensa no por su falta de calidad pero sí por su poca frescura. La excepción a la regla llegaría en 2015 cuando Peter Docter estrena en Cannes (de forma injusta, fuera de competición porque hubiese sido la indiscutible Palma de Oro) Del revés, una hermosa película que exploraba, ya de forma literal, el funcionamiento de las emociones humanas y ésto supondría el mayor logro ético-estético del estudio y una de las mejores películas animadas del siglo.

 

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Coco es su nueva apuesta original, cuando hace unos meses salió el primer tráiler en las redes se comentaban las similitudes estilísticas con otra cinta de hace un par de años llamada El libro de la vida. Antes de seguir, aclarar que no tienen ninguna relación más allá del contexto y cuestionar eso sería algo totalmente ilegítimo porque en el arte no hay un poseedor de una exclusividad temática. Ambientada en México, la historia nos lleva a la vida de Miguel, un niño, hijo de zapateros, que reniega de su futuro en la profesión, en pro de dedicarse a la música, algo prohibido en su familia por un turbio incidente con un antepasado. Cuando el muchacho descubre el secreto acaba accidentalmente en el mundo de los muertos del que tendrá que escapar antes del amanecer de la Noche de Difuntos.

 

La premisa es propia de una película Disney: niños música y familia y no debería sorprendernos que Mickey Mouse tenga algo que ver en esto, pero Pixar es Pixar y sabe meter su marca allá por donde pasa y eso se nota a la hora de desarrollar el argumento. Un prólogo bastante extenso nos ayuda tanto a introducirnos en la cultura de México como en el núcleo de esta familia y nos permite conocer su presente e intuir sus fantasmas y sombras, tras cuarenta minutos, estalla el conflicto que Pixar extenderá hasta el clímax en forma de viaje (otra marca de la casa) y se combina el mejor cine de aventuras con ese humor más simple, que puede recordarnos a la animación más clásica, pero que aún así conecta bien con el público y funciona en el contexto de la película.

 

Cuando parece que todo está resuelto, nos damos cuenta que los directores han estado cocinando la, ya citada, fórmula de las emociones y comienza a escucharse como la gente abre sus paquetes de clínex; una vez más se nos somete a esa sutil explosión emocional que saben hacer universal pese al contexto en el que se desarrolla el filme. Sobrecogido uno, abandona la sala.

 

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Si la memoria no traiciona, hay una novedad estilística en la obra de Pixar: la música diegética. Y es que, sin llegar a ser un musical, la aparición de canciones interpretadas por los propios personajes juegan un papel clave a la hora de centrifugar el alma del espectador porque teniendo en cuenta su función en la historia, la música sirve como elemento creador de la nostalgia y como elemento de retrospección. Se alternan las canciones originales, que combinan melodías propias de la música de Disney o de los musicales de Broadway con sonidos mexicanos, con la presencia de una triste nana tradicional de México que, como se exponía arriba, otorga a la película ese carácter nostálgico y de conexión con el pasado. Esta asociación con el pasado es doble porque viene por parte de la narrativa interna de la obra como un reencuentro de uno de los directores (Adrian Molina) con su cultura, lo que aporta más valor sentimental al producto.

 

Sobraría hablar de la animación, su calidad es indiscutible en la películas de Pixar, pero con cada nueva obra el estudio amplia sus ambiciones y busca como superarse así mismo. Si en Buscando a Dory esto lo veíamos en la creación digital del agua, aquí consiguen dar una brillante sensación de hiperealismo en las caras de los personajes, lo que genera una gran humanización en los primeros planos. Además, hay un complejísimo estudio de color basándose en la cultura mexicana con el que se consiguen unas preciosas panorámicas enriquecidas por el dominio de la profundidad de campo de los animadores.

 

Coco parece ser un reinicio por parte de Pixar de una nueva lista de grandes películas en la que esperamos poder incluir las futuras Los increíbles 2 Toy Story 4. Más allá de la millonada que recaudará y del Oscar, que ya lleva su nombre, no sabemos el recuerdo que dejará en sus espectadores. Por ahora dejemos que sea disfrutada por mayores y pequeños en cualquier sala del mundo.

Acerca de Alex Manzano

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Cine, arte y tebeos. Amarás el musical sobre todas las cosas. John Cameron Mitchel es mi dios. Si quieres encontrarme, busca en mi habitación. Si no, en cualquier rincón de Madrid.

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