Leonor Watling y Richard Coyle forman pareja en la nueva película de Teresa de Pelegrí y Dominic Harari, Amor en su punto.
Entre fogones –literalmente– charlamos con los protagonistas y directores de Amor en su punto. Leonor Watling y Richard Coyle forman pareja en la nueva película de Teresa de Pelegrí y Dominic Harari, una cinta sobre el amor y la maduración personal en la que la comida juega un papel importantísimo. No hay más que ver a su personaje protagonista, un crítico gastronómico irlandés prendado de la cocina española. El marco, la escuela de cocina Kitchen Club de Madrid, el idóneo para hablar de un título idóneo para abrir el apetito.
Si, como apunta Leonor Watling «bien o mal pero estás pensando en comida tres veces al día«, ¿por qué no usar ese escenario para construir un film? Richard Coyle valora mucho «la mesa como un elemento que propicie que dos personas se conozcan mejor. Es un lugar muy importante para comprobar la química que tienes con la persona que tienes enfrente. Que dos personas que se sientan a una mesa valoren y disfruten la comida, con sus sabores, aromas y texturas, como yo lo hago, creo que es un buen comienzo«. La comida, explica la codirectora Teresa de Pelegrí, más que una excusa es un símil de la historia, que «se explica a través de la comida, es su campo de batalla y, a la vez, una metáfora de lo que les pasa en su interior«.
La directora, muy concienciada de la importancia de tener un buen casting –»los actores son muy importantes. Sus gestos y su comunicación no verbal son básicos para que las escenas funcionen«– se muestra encantada con su protagonista masculino: «Tuvimos mucha suerte (…) Richard se destapó como un amante no sólo de la cocina, sino también de esa cultura que nace en torno a la mesa, que propicia las relaciones personales y de algún modo establece o fortalece los vínculos entre las personas gracias a la comida«. Su codirector, Dominic Harari, también habla de lo determinante del tono para el film: «Los dos pensamos que el humor nos permite reírnos de todo, que no hay límite y además es terapéutico, para nosotros y para el público«.
Uno de los aspectos más destacados de la película es que sus dos protagonistas son muy diferentes entre sí, algo de lo que Watling reflexiona trasladándolo al día a día y su visión de las relaciones: «El respeto es una de las bases en una relación. Que ambos tengamos nuestro espacio es algo que al final propicia una relación más duradera. No creo en que una pareja tenga que coincidir en todo o hacerlo todo juntos. Puede pasar, está claro, pero no veo ningún obstáculo en las diferencias de cada uno siempre que haya respeto. No exijo una comunión constante en la forma de pensar, los gustos o las creencias. Quizás gracias a las diferencias podamos aprender más el uno del otro«.
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