Charlamos con Stéphanie di Giusto que estrena su ópera prima La bailaria, sobre el éxito y declive de Loïe Fulle, una de las figuras de la Belle Époque.
Pregunta: ¿Por qué la historia de esta bailarina?
Stéphanie di Giusto: Siempre me ha apasionado el cine y me he sentido invadida por la idea de hacer cine, un día me encontré con una foto en blanco y negro en la que se veía la silueta de esta mujer y quise saber quién era e indagando descubrí una gran dama y con un estilo increíble que no conocía nadie. Esto hizo que me pusiese a escribir e hiciese la película, un proyecto que me ha llevado seis años de mi vida, lo que más me gustó de ella es que no tenía ningún don natural para la danza ya que no había nacido con el cuerpo correcto era una granjera americana mal vestida y nada agraciada pero su fuerza de voluntad la permitió llegar a los grandes escenarios del mundo como la ópera de París y ese aspecto tan novelesco me interesa mucho en cine.
P: Tras seis años de trabajo ¿Cómo fue ser seleccionada en Cannes, pese a ser una sección menor como ‘Un certain regard’?
SdG: Un gran orgullo y sobretodo lo que es hermoso es que al final precisamente lo que quería era dar a conocer el arte de esta mujer y verme subir las escaleras de Cannes era algo muy importante para eso; pero lo más importante es ver como tras tanto tiempo de trabajo y presentarla al público se te acercan al final de la proyección emocionados y te dan las gracias, se me ponía la carne de gallina y eso es lo que más reconforta tras seis años de trabajo porque lo que buscaba era precisamente eso, llegar al público.
P: Lo que más sorprende es la interpretación de Soko, es algo brutal muy intenso ¿se guió por tus indicaciones o se dejó llevar y es algo que hizo por su cuenta?
SdG: No, no, no, es mi trabajo, el encuentro de ambos. Fue muy importante conseguir y elegir a Soko, ya que tiene una feminidad fuera de lo normal y que es más que una actriz es toda una artista: canta, compone, hace performances. Es una actriz que va hasta el final del personaje, de hecho no la doblamos en ningún momento y siempre baila ella y estuvo ensayando durante varios meses durante ocho horas al día. Es importante para mi tener a alguien que llegue hasta el final.
P: Sí, precisamente iba a preguntarte por un doble de cuerpo en las escenas de baile
SdG: No, ningún doble, sin embargo siempre hay un personaje clave en la elaboración de una película y en este caso fue la coreógrafa neoyorquina Jody Sperling, especializada en este tipo de danza desde los veinte años y fue genial porque por lo caro que resulta un espectáculo de este estilo (luces, efectos) nunca pudo concluir uno y gracias a la película pudo concluir con uno de ellos. No sólo le enseñó una técnica si no que le trasmitió una mentalidad, estado de ánimo, una nueva manera de pensar en la danza; es algo muy hermoso y era importante que se llevasen bien porque lo fundamental era que Soko bailase siempre ella.
P: Impacta mucho el aspecto visual de la película: todo muy lúgubre, oscuro, apenas vemos el Sol…
SdG: Quería que toda la puesta en escena refleje la vida de la protagonista y, por ello, la luz siempre era natural, por tanto sí que hay sol. Todo son lugares naturales, no hay platós o recreaciones, todo se rodó en localizaciones de época que tardé mucho en encontrar. Por eso, necesitaba este aspecto natural, creía afirmar la vida de ella como una boxeadora y no una bailarina, quería que la película traspirase y por ello sentimos su cuerpo, sudor… notamos una pesadez constante y trabajé mucho los movimientos de su cuerpo, vemos como ella asume su torpeza y la inhabilidad de su cuerpo que en los momentos de baile se expresaba con gracia y naturalidad. Así encontramos esa pesadez natural de su cuerpo y su vida en contraste con las escenas de baile que suponen algo complejo y maravillosamente abstracto.
P: ¿Esta ambientación utiliza algún referente audiovisual, pictórico…?
SdG: Hice un poco las cosas de una manera instintiva, yo he estudiado bellas artes, no cine, por lo que estoy sumergida en la fotografía desde siempre y para mi es una manera de vivir, leer libros, ver películas ir a exposiciones. Para hacer esta película he querido expresarme de una manera individual y libre, pero tras ver Un ángel en mi mesa de Jane Campion me tranformó y me marcó mucho, es una de mis películas preferidas. También el trabajo de una cineasta y videoartista llamada Maya Deren que es extraordinaria, hacía cine experimental en blanco y negro en los sesenta.
P: Ahora que hablas de Jane Campion, si es cierto que se ve similitud entre esta película y El Piano (en atmósfera y temática), pero también pude ver algo de la Bjork de Bailar en la oscuridad.
SdG: Mi película favorita de Lars Von Trier es Rompiendo las olas, siempre que la veo lloro, pero no me gustó mucho Bailar en la oscuridad. Respecto a El Piano, es hablar de gente con mucho talento y me parece muy pretencioso comparar mi película con una obra de arte como esa.
P: El montaje es fundamental en tu película porque es una historia que se dilata mucho en el tiempo y has sabido captar los momentos clave de la vida de la protagonista ¿Se quedó mucho metraje fuera?
SdG: Fue un rodaje muy complicado por el tema de la financiación y eso hace que las condiciones sean muy extremas, no teníamos mucho tiempo para rodar, dos localizaciones por día; esto acabó dando mucho movimiento a la película porque tenemos la sensación de estar captados por esa energía y el relato avanza constantemente y no se para hasta el final, cuando ella acaba asumiendo su feminidad y todo está construido para conseguir ese movimiento, escapar del movimiento y que el público pudiese sentir la energía de esta mujer y estar con ella. Corté muy pocas escenas, ocurrió algo extraño porque normalmente es al revés, al principio hice un montaje breve donde tiraba la mitad de las escenas, soy muy impaciente, quería darle ritmo y tuve que relajarme y estirar mi película. Los directores hacen normalmente lo contrario, montajes de tres horas que han de reducir a dos.
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