Dreamworks nos trae a la gran pantalla otra obra de arte. Esta vez nos traslada a la época de los vikingos, donde Hipo, un muchacho con ganas de ser tan fuerte y alabado como su padre, y tan normal como el resto del poblado, resulta ser de una materia diferente, con un corazón más noble, y una peculiaridad que hará cambiar las costumbres que reinaban sobre el pueblo muchos años atrás. La caza de dragones es el gran objetivo de estos fortachones vikingos, que tratan por superarse unos a otros, defender a su gente ante el ataque de estos seres humeantes, y educar y enseñar a los más jóvenes a seguir sus talentosos pasos. Será, sin embargo, Hipo, con su bondadosa actitud, el que logrará cambiar esos caminos tan equivocados, como bien demostrará más tarde nuestro protagonista, tras conseguir adiestrar al dragón más buscado y más peligroso, primero, y al resto de dichos seres, después. Así, este vikingo tan especial no sólo logrará conquistar a ese pueblucho que tanta desconfianza puso en él, sino que, como toda historia de héroes y fortachones, también está aquella dama (en este caso una vikinga con un coraje un tanto mayor que el héroe de nuestra historia) que todo caballero debe ganarse por su valentía demostrada.
Tal y como se quedaron estos vikingos al descubrir la magia que contiene aquél muchacho tan debilucho e ignorado del pueblo, así nos hemos quedado el resto de espectadores con esta gran obra animada que Dean DeBlois y Chris Sanders han regalado a nuestros expectantes y asombrados ojos. La emoción, la intriga y, sobre todo, el buen humor, llegan hasta las butacas, donde tanto niños como adultos disfrutan cada minuto, cada secuencia y, por supuesto, cada viaje que Hipo y su «Furia Nocturna» nos permiten acompañar.
Como si de Fuju se tratara, y Sebastian fuese el niño que nos transmite a ese mundo de dragones y fantasías para acabar con el mundo de la Nada, Dreamworks nos presenta 98 minutos de aventuras, obstáculos y triunfos, como si Michael Ende hubiera escrito para nosotros una segunda Historia Interminable para sumergirnos por un nuevo Reino de la Fantasía, eso sí, con una nueva técnica que Wolfgang Petersen, su director, no pudo aplicar, y es que Dreamworks ha querido formar parte de sus entregas en 3D, que poco a poco invaden los cines, y esta gran productora, por supuesto, no quiere quedarse atrás. Ha de decirse, sin embargo, que esta tercera dimensión no es lo más impactante de esta producción, ya que verlo en versión 2D no supondría mucha diferencia. Paisajes e imágenes espectaculares impactan la gran pantalla, pero nada comparado con la tridimensional producción de un Avatar arrasador en esta técnica.
Dreamworks, que tantos entretenimientos nos ha otorgado, está en constante lucha con Disney Pixar, que avanzan, del mismo modo, a una velocidad de vértigo. Ambas productoras surcan los mares de la animación, donde pretenden conseguir la atención suprema del espectador, que cada vez se presenta más confiado en su visita al cine, si la gran pantalla está empañada por largometrajes como éstos. En esa lucha por la máxima audiencia y máximo entretenimiento, Cómo entrenar a tu dragón puede suponer un duro contrincante, que cada vez recibe críticas más gratas. De todas formas, siempre será el espectador el que decida el juicio final, pero para ello deberá atender a la propia moraleja de este estupendo largometraje de animación, que asegura que para juzgar, antes es preciso, y recomendado, conocer
Deja un comentario: