Django Desencadenado

Django Desencadenado: El regalo perfecto

Para su octava película Quentin Tarantino vuelve a contarnos otra vez aquello que mejor se le da, una historia de venganza en la que poder dar rienda suelta a sus instintos más violentos. Como ya hiciera en ambos volúmenes de Kill Bill (2003/2004) y de forma más esquiva en Malditos bastardos (2009), todo el argumento gira en torno a la pasión desmedida de un hombre por dar su merecido a sus torturadores y los de los suyos.

 

Esta vez ha decidido escoger otro momento truculento de la Historia: la preguerra civil estadounidense, tiempos en los que el color de la piel dictaminaba la vida de los hombres. En palabras del propio maestro: el segundo Holocausto americano tras la matanza de los indios. Como él mismo se ocupa de jactarse, el aspecto positivo de tratar este tema es que crea debate en las generaciones actuales sobre lo que representó la esclavitud. El lado negativo es que aquellos que le tildaban de racista por el uso de cierta palabra tan belicosa como ridícula tendrán aquí un estupendo calvo de cultivo para volver a la carga. Spike Lee ya se ha encargado de asegurar que no verá la película por respeto a sus antepasados. Lo que no parece comprender el señor Lee es que la ficción también lo es en el cine de los demás, y no únicamente en el suyo propio. El brillante director afromericano es quien saldrá perdiendo, ya que aquí la esclavitud es entendida como una excusa argumental para poder explotar el sello marca de la casa mas que con un afán vilipendioso, pues el cine de Tarantino es tan políticamente incorrecto como apolítico.

 

Leonardo DiCaprio en Django Desencadenado

 

Pero entrando en materia, el filme cuenta con muchísimos activos para ser considerada una obra maestra, cumbre incluso dentro de la filmografía de su autor.Ofrece el mismo gusto exquisito por homenajear a los clásicos; la obsesión desmedida por embellecer la violencia eliminando las florituras escenográficas pues la puesta en escena es más abrupta, sin tanta grandilocuencia; la elección de las pistas que conforman la banda sonora, donde ninguna de ellas está ocupando dicha banda por el mero efectismo, sino que todas ofrecen su grano de arena a la hora de completar la experiencia; y la marca de la casa: los diálogos voraces, mordaces, hilarantes, a la velocidad de la luz, la base donde toda la producción se cimienta (memorable el parlamento de Don Johnson en su reunión del Ku Klux Klan). El añadido a su trayectoria que representa Django es que por fin ha creado una película de género (shouthern ha deseado bautizarlo) y no nos enfrentamos a un pastiche de todo lo que mitifica, sino a un concienzudo esfuerzo por revitalizar y modernizar las películas del oeste sin necesidad de valerse de fuegos de artificio que lo moldeen. Es la película que Peckinpah hubiese dirigido hoy día.

 

Sin embargo, no todo pueden ser alabanzas y aunque las pegas sean mínimas, siguen existiendo. Una en particular: la incontinencia creativa de la que el propio director es consciente. Se sabe más escritor que director y por eso cuida y pule tanto sus guiones, pero en su afán por contar lo que tiene en la cabeza a través de líneas de diálogo que se graben a fuego en la memoria olvida la concisión, el arte de contar más con menos y nos lleva a una película de 165 minutos con 5 finales cuasi-alternativos, es decir, la vieja sensación de «aquí se acaba» y un nuevo giro que hace que inevitablemente mires el reloj.

 

Jamie Foxx en Django Desencadenado

 

El reparto es un tanto difuso pues dado el título de la película y las nominaciones de la Academia nos presenta a Jamie Foxx como el protagonista de la función, pero quien lleva la voz cantante durante los primeros 100 minutos de metraje es un brillante Christoph Waltz. Como mucha gente, hasta Malditos bastardos no fui consciente del brutal talento de este austriaco con una presencia intimidatoria a la que no le hace falta ningún atributo para representar un nazi sin escrúpulos o un padre más preocupado por los negocios que por las riñas de su hijo. Aquí ofrece una vertiente distinta del Coronel Hans Landa, pues aunque a priori nada tienen que ver, guardan muchas similitudes. El Dr. King Schultz es tan sanguinario como lo era el militar pero más entrañable, con un tono irónico maravilloso. DiCaprio por su parte nos ofrece un recital macabro insuperable, demostrando que aunque los años le hayan afeado y arrebatado su buen nombre (incluso con un padrino como Scorsese), todavía le queda mucho por decir y su talento es abismal. El escepticismo combinado con la excitación por ver lo que podría ofrecer se ven aquí totalmente despedazados por la interpretación del negrero con aires de grandeza. No es solo el cuidadísimo acento sureño que ha perfeccionado, también la galería de ademanes con las que complementa a un personaje escrito con mimo. La presencia de Christoph y Leo proyecta sobre la actuación de Foxx la sombra de una montaña, está correcto pero con un personaje como este hay que hacer mucho para que nos olvidemos de que el primer candidato fue el señor Will Smith.

 

Tarantino nos ha regalado el mismo presente de todos los años pero está vez lo ha envuelto a la perfección, sin picos ni rasguños, quizá con excesivo celofán, pero se le perdona.

 

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