La madrugada del 27 al 28 de febrereo se entregaron los Oscar del inicio de los «años ’10». Unos Oscar ajustaditos en los que ninguna película arrasó en número de estatuillas aunque El Discurso del Rey se llevara cuatro de los «grandes».
Presentaban la gala Anne Hathaway y James Franco, que intentaron ser unos anfitriones educados y divertidos y consiguieron bastante más de lo primero que de lo segundo (claro que si se hubiera querido hacer una gala divertida tendrían que haber puesto quizás a algún humorista y ahora los mejores están más en el terreno de las series de televisión…) Sin embargo, no fue una gala tan soporífera como otras que me haya tenido que ver recientemente y a horas menos intempestivas. Y es que se nota que, hasta sin ponerle demasiadas ganas, los buenos guionistas y la técnica puntera están al otro lado del charco (y si no comparemos los montajes de vídeo que se realizaron en los Oscar con los «trailers de pega» de los Goya). Y si todo falla siempre puede salir Kirk Douglas a la palestra con sus 95 añitos y comerse al público (que no tuvo más remedio que ponerse en pie para aplaudirle a rabiar).
Opiniones a parte, esta ha sido una gala de pocas sorpresas (un calco de los Globos de Oro en muchas de las categorías de hecho) y bastante justicia. Lo cual, a mi parecer, supone un cambio de aires (¿por la nueva década?) con respecto a las galas de los últimos diez años, que habían ido desprestigiándose a una velocidad nada recomendable. Me alegro, pinta bien el comienzo de esta década. Más si tenemos en cuenta que el no acaparamiento de estatuillas se debe a la gran calidad de todas las películas presentadas.
Y es que El Discurso del Rey puede ser una gran película (aunque quizás su Oscar se pudiera discutir), pero no le hace sombra ni de lejos a la interpretación de una cada vez más increíble Natalie Portman en Cisne Negro o a las del fabuloso Christian Bale y Melissa Leo en The Fighter; en cuanto al premio al Mejor Actor (otorgado con justicia a un magnífico Colin Firth), la elección ha sido realmente difícil. Y si nos ponemos a comparar el número de premios, Origen también se llevó cuatro (vale, todos técnicos, pero también habría que recapacitar sobre el hecho de que ha hecho mucha más taquilla que muchas de las favoritas y que estos premios dejan claro el punto fuerte de una cinta que juega con los sentidos del espectador).
Un premio que suele reflejar muy bien la justicia de los Oscar es el de mejor canción. Otorgado en algunas ocasiones a películas con el ánimo patente de inflar nominaciones y galardones de películas, este año sus competidores eran de lo más variado y su ganador más que justo. Randy Newman llevaba veinte nominaciones ya: le iba tocando y ¿qué mejor manera que con un temazo como el de We Belong Together? Cuando subió a recoger su premio se notaba que el discurso llevaba años de preparación. En cuanto a la banda sonora, se llevó el premio el dúo de compositores Trent Reznor y Atticus Ross por su espectacular trabajo en La Red Social.
Hubo tiempo también para la crítica social (esa que suele acaparar los premios en nuestro país) con el galardón al documental Inside Job y su crítica descarnada a los banqueros que nos han sumido en la crisis en la que nos encontramos y que no han pagado por lo que han hecho. También hubo tiempo para la nostalgia y el recuerdo cuando Céline Dion salió a cantar el tema Smile mientras en la pantalla salían los rostros de John Barry, Leslie Nielsen…
Por último, no pudo ser, no fue el año de Biutiful ni Bardem pudo alzarse con una segunda estatuilla (por más halagos que recibiera una simpatiquísima Sandra Bullock). En su lugar triunfaron la danesa En un Mundo Mejor y, como ya he dicho antes, Colin Firth.
En resumen, una de las galas más interesantes de los últimos diez años (más por la calidad de los contendientes que por el espectáculo en sí) que espero que dé paso a una nueva década repleta de buen cine. El tiempo nos dirá si se cumple o si es un islote de calidad en los inicios del siglo XXI. Personalmente opto por lo primero.
Palmarés:
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