Pues con esta doble entrega de Panini Cómics damos por finalizado no solo la guerra entre las bandas de Nueva York (con un desenlace tan inesperado, como evidente cuando lo reflexionas), sino con la «fase dos» de la actual etapa arácnida de Zeb Wells y John Romita Jr. Por suerte o por desgracia, el escritor seguirá con nosotros a corto-medio plazo, pero el escenario para el trepamuros ha cambiado de manera turbulenta tras la refriega.
«Si ayudamos a Spiderman a ganar, todos perderemos«
Y tiene sentido, pues Guerra de bandas no sirve únicamente para cerrar algunas de las tramas que llevaban cocinándose desde el inicio de la etapa (y si no cerrándolas, sí llevándolas a un nuevo estadio), sino que la misma posición de Spidey y su círculo cercano también ha cambiado. Esto se hace más que evidente en el momento en que vemos que Parker ya no es el apestado social de los primeros meses. Poco a poco ha ido limando asperezas con sus aliados y aunque haya quienes, como Miles Morales, siguen recriminándole su forma de actuar de los últimos tiempos, ahí están a su vera cuando de verdad es necesario. Hulka, Spiderwoman, Jackpot… ¿volveremos a tener un círculo social variado y bullicioso? Quizá sea esperar demasiado, pero o Wells se saca otro conejo de la chistera, o ya no tendrá excusas para seguir tratando Spiderman como un apocado personaje solitario.
Mientras, por el lado villanesco también hay lápidas a considerar. Kingpim, por ejemplo, parece decidido, al menos en esta colección, a mantener un perfil bajo y tan pronto apareció, ha desaparecido. Su huella está más que olvidada: ni como capo del crimen, ni como alcalde de la ciudad. Su hueco entre las familias mafiosas ocupado por otros (de ahí, en parte, esta guerra que hemos vivido) y como alcalde ya no queda ni siquiera rastro de la legislación que castigaba a vigilantes y justicieros. Ahora la pregunta es, ¿hasta cuándo durará su retiro? Algunas puertas siguen abiertas, como la concerniente a La Rosa.
Y ya que andamos con preguntas, ¿iniciará Janice un camino villanesco aún más terrible? La evolución que se le presupone después de la traición sufrida en estas páginas es la de la venganza y el resentimiento. Aunque con la memoria del universo Marvel nunca se sabe, igual se reconcilia con Randy y aquí no ha pasado nada. Su lápida, como la de Wilson Fisk, es más metafórica que otra cosa, pero su transformación (la indumentaria con la que la ha vestido Romita Jr. estos números ya presagiaba el cambio) debería preocupar a algunos de los protagonistas de la serie, obligados desde ya a guardar sus espaldas en todo momento.
Por último, Lápida, responsable -en cierta forma- tanto del inicio de las hostilidades como de su final. El personaje reclama su autoridad al tiempo que ha mostrado que es más monstruo por obligación, que por deseo. Un drama que le da enjundia, pero que dados los acontecimientos, parece abocado a ser enterrado. Peajes de protagonizar una aventura que nunca descansa y, como hemos apuntado, tiene poca memoria a largo plazo. Por suerte -tanto para el personaje como para nosotros- su situación al final del evento impele a Wells a no abandonar los terrenos urbanos, que es donde ha demostrado cocinar mucho mejor los relatos del trepamuros. Así pues, aguardamos con interés cuál será el camino de la tercera fase arácnida de Wells y Romita Jr.
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