El fin de Universo Spiderman, aquel «evento» que sirvió para que Dan Slott volviera a enredarse en el destino de Spiderman, trajo una consecuencia tan trágica como imprevista: la desaparición de Gerry, el bebé de Jessica Drew. ¿Cómo? En el transcurso de aquella aventura Spiderwoman dejó de existir (no morir, sino dejar de existir en su sentido literal, como si nunca hubiera formado parte del universo Marvel). Por suerte nuestros protagonistas pudieron revertir la situación… más o menos. Nadie salvo Jessica recordaba que esta tenía un bebé. Gerry no había vuelto a la existencia como sí había hecho su madre.
«Esto os lo habéis provocado vosotros«
Steve Foxe y Carola Borelli, en la etapa que aquí arranca de las aventuras de Spiderwoman (publicadas en tomo en tapa blanda por Panini Cómics), tienen el difícil reto de dar solución (o continuidad) al entuerto. Es un tema que no pueden dejar de lado o esconder como si nunca hubiera pasado porque es un aspecto que ha sido capital para Jessica Drew desde aquella maravillosa etapa de Javier Rodríguez y Dennis Hopeless.
Y si ya el reto no fuera lo suficientemente grande, su arranque de etapa se cruza con otro evento arácnido: Guerra de bandas. Nueva York convertida en un campo de batalla entre las distintas familias mafiosas de la ciudad y Spiderwoman buscando a un hijo del que nadie recuerda su existencia. Papelón donde los haya.
Un papelón para el que, lamentablemente, Foxe demuestra no estar preparado.
Como tie-in de Guerra de bandas, este primer arco argumental de Spiderwoman funciona muy bien. Es más, la trama es lo suficientemente sólida para sostenerse sin necesidad de conocer más que el contexto del evento. Spiderwoman está librando su propia guerra contra Hydra e Iguana sin que sus acciones se vean condicionadas (o condicionen) el devenir de la saga de Zeb Wells en El Asombroso Spiderman. El guionista combina con soltura el contexto urbano con el historial de espionaje de la heroína arácnida.
El problema llega cuando hay que meter la sustancia a la trama y hay que meterse a resolver el misterio en torno a Gerry. Quizá la solución habría sido lidiar con el evento y con este misterio en dos arcos diferentes, primero una cosa y luego otra. Esto incluso habría servido para explorar el sentimiento de pérdida, la rabia y la frustración de Jessica y ofrecer una mirada en profunidad sobre ella. Pero con lo volátiles que son los tiempos hoy día en los cómics y lo fácil que resulta cerrar una serie, igual Foxe pecó de querer abarcarlo todo. Otra opción -terrible para Drew, lo sabemos- habría sido haber dejado las cosas estar y trabajar las consecuencias.
Pero nada de eso. Lo hizo Hydra. ¿Por qué? Porque es Hydra. ¿Y por qué? Porque patata. Este es el resumen de la resolución del misterio en torno a Gerry. Hemos visto ejercicios de retrocontinuidad menos rebuscados que esto. Hasta la creación de Spider-Boy (quien aquí comparte una pequeña y simpática aventura con Drew) resulta más verosímil y menos forzada que este manido «lo hizo Hydra».
Como suele decirse, a lo hecho pecho. El consuelo que nos queda es que peor no podría haberse tratado el asunto y que, a pesar de todo, Foxe plantea una aventura muy entretenida y unas relaciones entre personajes que fluyen con enorme naturalidad. La química entre Spiderwoman y Capitana Marvel es ya una constante al nivel de la complicidad entre Mapache Cohete y Groot o la picardía entre Spiderman y Gata Negra; relaciones tan asentadas que todos conocemos sus códigos. Pero sorprende la frescura que imprime a la relación de nuestra protagonista con Madame Web o con el citado Spider-Boy. Y es a esto a lo que nos agarramos para confiar que el futuro solo puede ir a mejor para Spiderwoman.
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