Oh-Roh-Den

Oh-Roh-Den: Cerrojazo

Oh-Roh-Den«No hago esto porque le odie… No lo olvide nunca, por favor…«

 

En 1990, con Berserk ya funcionando a las mil maravillas y el nombre de Kentaro Miura comenzando a ser tan conocido como el de Buronson, ambos mangakas volvieron a colaborar para cerrar la historia que habían comenzado a escribir un año antes y que mezclaba los viajes temporales con el drama histórico, la salvaje manera de plasmar la violencia de ambos autores y las virtudes y defectos de aquella época de finales de los años ochenta. Oh-Roh-Den vuelve a Mongolia, vuelve al personaje de Gengis Kan y vuelve a trastear con los hechos históricos para acercarlos a lo que se quería contar, más allá de su precisión o de las ampollas que pudieran levantar.

 

Porque, como bien comentaba el otro día con nuestro director Daniel Lobato y nuestro colaborador Gonzalo Olmedo, este manga se mete en el fregado de insinuar (aunque sea por pura fantasía) que el gran emperador mongol fue, en realidad, un japonés que pasaba por ahí. Y no contentos con eso, Buronson y Miura centran este segundo tomo en la figura de Kublai (nieto histórico del primer Kan y aquí reconvertido en su hijo), que pasa por ser el primer emperador chino de la dinastía Yuan, pero que aquí también es japonés. Preciosos sopapos a los libros de historia en pos de contar una aventura que aquí parece abandonar por completo el factor de ciencia ficción de la primera entrega y que, cuando vuelve a tomar relevancia, ya prácticamente no importa.

 

«Los generales mongoles prefieren siempre a dirigentes fuertes«

 

Porque este segundo tomo se centra en contarnos como Kublai es entrenado para convertirse en un emperador que supere a su padre en todo: como luchador, estratega y como líder de un ejército inmenso y fiel tan sólo a las grandes demostraciones de poder. En este sentido, es difícil acercarse a la historia desde el punto de vista de un lector de esta época. Primero porque Iba (que recordemos que ese es el verdadero nombre de quien ha tomado el manto de Gengis Kan) abandona en este segundo número toda idea de volver a su época, con o sin su hijo. De hecho, cuando se le presenta la oportunidad de morir o pasar a un segundo plano, toma una decisión que nos hace pensar que tal vez no quería tanto a su esposa como nos hace creer en el tomo anterior. De hecho, la revuelta que se produce en este tomo (y que es el motor de la desaparición del primer Kan) debería haberle dado una serie de ideas que no parecen surgirle. Por otra parte, la feliz manera en que Kublai acepta una infancia de torturas y situaciones límite no deja de ser chocante si la analizamos con la perspectiva de la literatura moderna y de lo que sabemos hoy de la psicología.

 

Oh-Roh-Den

Oh-Roh-Den

 

Oh-Roh-Den es, en todos los sentidos, una obra menos potente y llamativa que la original. Pero supone un cierre para la historia que querían contar Kentaro Miura y Buronson y vuelve a mostrarnos rasgos que el primero de éstos utilizaría más pronto o más tarde en su obra más aclamada (y en publicación aún a día de hoy). Este número, como ocurriera con el anterior, queda como un simpático regalo para los fans de cualquiera de estos dos autores japoneses, sin que su lectura suponga nada más relevante que el placer de ver a estas dos figuras trabajando juntas en un manga.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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