Reseñamos el segundo volumen de la alocada propuesta de Jonathan Hickman al margen de sus trabajos en Marvel.
Segunda entrega de la alocada y extravagante aventura científica de Jonathan Hickman y Nick Pitarra. Partiendo del verídico proyecto manhattan que dio lugar a la bomba atómica, el guionista sentó las bases de una ficción especulativa que en este segundo tomo se expande hasta territorios –cuanto menos– imprevistos, pero sin perder de vista determinantes episodios históricos que anclen su relato a la realidad y poder construir así su particular crónica del s. XX.
La lectura de este segundo tomo de la colección evidencia que los autores todavía están tanteando la historia, presentando a sus personajes y cimentando el universo que quieren crear. Conocidos a los científicos aliados, llega el momento de expandirse a nuevos y soviéticos horizontes, doblando la apuesta que realizaba la obra en sus comienzos. La mano de Hickman se presupone ganadora y lo demuestra con la firmeza de un guion que incluso en sus aparentes contradicciones y falta de sendero claro, atrapa al lector. Si bien no puede aventurarse un rumbo definido, dando por momentos la sensación de que se busca más lo episódico, ciertas pistas y revelaciones auguran que lo mejor está por venir. Poco a poco Hickman empieza a explorar las consecuencias de las primeras decisiones tomadas por este desquiciado grupo de científicos, quienes a la vista de los hechos deciden que es el momento de tomar el mando de su misión… y del mundo.
El efecto sorpresa del volumen anterior se ha perdido, como es obvio, pero lejos de suponer un problema, da la oportunidad al lector de sumergirse de lleno en la historia, prevenido ya de que puede suceder cualquier cosa en el momento más inesperado. Y así es. Hickman es consciente de ello y lo utiliza para configurar un relato muy flexible, que tan pronto se embarca en tramas conspirativas, como abraza el terror. Todo ello sin perder la carga satírica de su discurso.
Si en el último gran evento marvelita vimos a Hickman un tanto encorsetado por las decisiones editoriales, en Los Proyectos Manhattan se desmelena, mostrando todo su potencial como autor.
Uno de los aspectos más característicos del primer tomo y que aquí vemos aún más acentuados es el del uso del color. El rojo y el azul juegan un papel determinante, mostrando de forma muy visual esa dualidad con la que trabaja el guionista. Es un detalle interesante que se use este coloreado en los flashbacks que tienen lugar durante los últimos tiempos de la guerra y en las secuencias que transcurren en la psique de Oppenheimer.
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