Nos metemos de lleno en el segundo volumen de la colección más antigua del universo expandido de Star Wars.
Nos metemos de lleno en el segundo volumen de la colección más antigua del universo expandido de Star Wars, casi 37.000 años antes de los acontecimientos que tienen lugar en Star Wars: Una nueva esperanza (la primera parte de la trilogía original). Y lo hacemos con un arco argumental, Prisionero de Bogan, que además de arrojar luz sobre algunos de los misterios aparecidos en el primer tomo, prepara el terreno para una inminente guerra entre los Je’Daii de Tython y los Rakatas, unos seres crueles y despiadados que usan la Fuerza para fines malignos. Unos dignos antecesores de los sith.
El trío protagonista del anterior volumen pasa aquí a un rol más secundario para dar cabida a nuevos personajes que nos ayudan a esclarecer parte de los interrogantes que se han ido desarrollando, así como hacer avanzar las tramas por el camino que que ha trazado el guionista John Ostrander, un camino cargado de oscuridad que a buen seguro se llevará por delante a alguno de los jóvenes guerreros de Tython. Prisionero de Bogan no termina de perder el carácter introductorio de La tormenta de Fuerza, pero sí da visos de tener entre manos una historia mucho mayor y con bastantes más ramificaciones que se irá desarrollando a lo largo de los siguientes tomos. De momento, la acción toma como macguffin a las espadas láser, objeto de deseo por estos arcaicos Je’Daii que aún luchan con armas de acero, y que sirven como vehículo para hablar de los peligros y tentaciones que esconde lado oscuro. La búsqueda de estas espadas tiene tanto un valor simbólico como uno tangible para los personajes. Tanto de conceptos como la libertad como de poder, al tiempo que preparan el terreno para una nueva y convulsa era que definirá el futuro de la galaxia.
Ostrander logra que nos centremos más en la historia principal, superada ya la novedad del anterior volumen, y en los personajes que la protagonizan, con un Xesh que apunta a héroe aunque de momento no esté muy por la labor. En el lado contrario, la narración se ve lastrada por excesivas y redundantes explicaciones que no hacen sino subrayar aspectos del relato que, o bien ya conocemos del libro anterior o bien acabamos de ver hace unas pocas páginas. Si al autor no le pagan por palabras, tendría que empezar a obviar estas reiteraciones y dar un mayor peso narrativo al dibujo. En cuanto a este, Jan Duursena va de más a menos en la caracterización de sus personajes. Quien más se resiente es Daegen Lok, aunque en su caso concreto se desdibuja tanto en el guion como en el trazo. Aún así, a grandes rasgos la composición sigue teniendo un nivel bastante alto.
Amanecer de los Jedi sigue un interesante rumbo que apetece seguir explorando, solo es necesario que Ostrander y Duursena no se duerman en los laureles y limen los fallos que aún presenta su trabajo. Y es que, como apuntaba en el cierre del artículo sobre el primer volumen, esta colección es todo un reclamo para las nuevas huestes de seguidores que se sumarán a la franquicia gracias al film que prepara J.J. Abrams.
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