Uno de los asuntos más oscuros y truculentos del mundo contemporáneo es, sin lugar a dudas, la revelación de casos de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y otros miembros del clero a lo largo de todo el mundo. En 2015 se estrenaba Spotlight, centrada en los abusos sucedidos en la ciudad de Boston; la cinta se alzaría con el Oscar a la mejor película. Hace poco más de un mes, la Berlinale recibía la premiere mundial de Gracias a Dios, sobre casos acaecidos en la ciudad de Lyon que han sido resueltos judicialmente hace unas semanas, el jurado le otorgó a la película, dirigida por François Ozon, el Oso de Plata. Posteriormente se ha visto en la decimonovena edición del Festival de cine de las Palmas de Gran Canaria.
El cine de Ozon se suele caracterizar por un vouyerismo heredado de Hitchcock y que exploró directamente en su laureada En la casa. Su cámara se limita a espiar todo tipo de realidades sobre las que nunca vierte ningún tipo de juicio, esa observación siempre derrocha un peculiar amor hacia lo filmado que es lo que hace que todo su cine sea tan estilizado y, por qué no decirlo, sexy; y no es que necesite recrearse en desnudos o escenas de sexo, de hecho su cine es más pudoroso de lo que parece y siempre le gusta calentar al espectador para que se haga la paja en casa pero no ser así cómplice de ello.
El argumento de Gracias a Dios hace que, evidentemente, no sea una película sexy pero no por ello está menos estilizada, aunque a Ozon aquí le interesan otros códigos y demuestra que es un gran director con este adulto y sosegado drama acerca de la búsqueda de la verdad y de la necesidad de la fe.
Toda la cinta está construida en torno a una serie de testimonios de adultos que fueron abusados durante su infancia que Ozon encadena y conecta para llegar a la verdad. Digamos que todas las tramas desembocan en la asociación que fundan los afectados para exigir el enjuiciamiento del sacerdote acusado y una vez allí desarrollará los conflictos internos por las diferencias respecto a la fe y es esta la parte más interesante del filme de Ozon.
Lo más fácil al hablar de un tema tan doloroso como este, es caer en el punto de vista del rencor y la crítica colectiva a todo el sistema detrás de toda la iglesia católica, pero el cineasta francés piensa que lo interesante es descubrir como una persona practicante entiende y vive con esta experiencia a sus espaldas intentando no dejar de creer en Dios pero ante una terrible evidencia y de esto se darán cuenta sus hijos, criados en una sociedad donde ya no interesa la religión.
Pese al premio en Berlín, Gracias a Dios nunca resaltará dentro de la filmografía de Ozon porque sí, es la más convencional de todas, pero aún así tiene su sello que hace a todo más interesante y trascendente de lo que es y, en lo estilístico, sigue filmando el cuerpo masculino con mucha admiración y el enfoque general es descaradamente vouyerista.
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