La obsesión de Chloé con un secreto de su pareja, Paul, que antes fue su psicoterapeuta es el punto de partida de François Ozon en su última película El amante doble, que presentó en el pasado Festival de Cannes. Es mejor no saber nada más acerca de la trama ya que Ozon, como es habitual, sostiene toda su película en locos giros de guión con su peculiar, y no siempre acertado estilo.
El prolífico director francés elige en esta ocasión se thriller erótico para expandir su peculiar universo, un universo que podríamos dividir en dos y así hacer una distinción de toda su obra: las películas terrenales donde explora a sus personajes a través del humor, la violencia y, especialmente la sexualidad (como en Joven y bonita, Swimming Pool o Ricky); y un segundo grupo, más espiritual, donde se va a la parte honda de sus personajes desde el primer plano (como el caso de la reciente Frantz o Mi refugio). Este amante doble iría, de cabeza, a esas películas terrenales puesto que el autor galo logra, probablemente, la atmósfera más perversa, sensual e, incluso, depravada de su filmografía.
Todo el metraje se compone de una sucesión de escenas eróticas combinadas con inteligentes y sutiles diálogos que van construyendo poco a poco un misterio que acaba transformando la película en un thriller erótico a lo Paul Verhoeven en Instinto Básico. El excitante misterio en el que convierte Ozon su historia se desintegra en sus 20 minutos finales cuando el director extiende la obra en la que se inspira y la lleva por una dirección muy desmesurada en el peor de los sentidos; sin embargo, Ozon es uno de esos directores a los que no podemos acusar de chalado porque en todo momento es consciente de lo que está haciendo y el espectador es quién decide ser cómplice de esto y entrar en su juego.
Pese a este tramo final, la película es tan estimulante, atrevida y, por qué no decirlo, excitante que merece su visionado. Sus dos protagonistas tienen una química impresionante y ayudan a enturbecer esta atmósfera que, aunque parezca lejana, no es más que un reflejo directo de los instintos más primarios del ser humano.
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