Cine comercial para el público, sin concesiones a la crítica. Esta es la máxima que persigue Jaume Collet-Serra en cada proyecto y Sin Identidad no es una excepción. Para ello nos sumerge en una historia plagada de suspense en la que un hombre, tras recuperarse de un accidente, descubre que alguien ha suplantado su identidad y todo lo que creía saber o ser queda en entredicho. A partir de ese momento tendrá que luchar por descubrir la verdad y recuperar su vida.
El guión, aunque padece de cierta obviedad en su desarrollo, goza de una cualidad envidiable y deseada por otras muchas historias, su ritmo. Desde el principio la película nos sumerge en su acción con un protagonista, Liam Neeson, que a sus 59 años demuestra que está en plena forma y logra dotar de verosimilitud a su personaje.
El cineasta catalán ha creado una atmósfera de amenazas y engaños deudora de los films de Hithcock, con quien tiene muchos puntos en común: un hombre normal envuelto en una situación extraordinaria, una rubia misteriosa y peligrosa, un maletín desaparecido… Sin Identidad es todo un homenaje a los thrillers del propio maestro inglés y la generación que empezó cuando él ya había cambiado la forma de hacer cine como Frankenheimer o Polanski.
Y lo hace siguiendo un modelo mucho más actual pero igual de revolucionario, al menos en lo que a cine de acción se refiere. La sombra de Bourne está muy presente a lo largo de todo el film. Tanto, que Collet-Serra podría dirigir alguna de las futuras secuelas sin que se resintiera la saga. En este sentido, las persecuciones -con insertos de cambios de marcha incluidos- son de lo mejor que se ha podido ver últimamente en un film de estas características.
Sin Identidad es una cinta trepidante que logra enganchar a todo el mundo, pero que cuando intenta ofrecer una lectura que echa la vista atrás a nuestro pasado más cercano, se queda en los estereotipos. Da la visión de un Berlín gris, oscuro, donde no se puede confiar en nadie… más propio de la Alemania de la postguerra que de la sociedad democrática y abierta de la actualidad.
Jaume Collet-Serra ha construido un film pensando en el público, en su diversión; atrapándole con trucos y giros de guión que resultan efectivos. Sin embargo se le echa en falta algo de profundidad a la historia para que sea más que un mero entretenimiento.
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