Independientemente de las trabas y deformaciones formales que esto supondría en la estructuración y organización social actual, Increíble, pero falso se sitúa en una realidad similar a la de cualquier población occidental existente, salvo por pequeños matices anecdóticos que tras terminar la película, resultan ser los puntos fuertes de la narración. Matices como la expresión del mensaje publicitario en una sociedad extremadamente sincera, la articulación de la industria cinematográfica, de corte hiperrealista narrativo en el sentido más extremo del término o los parámetros en que se llevan a cabo las relaciones interpersonales entre los ciudadanos, sin tener en cuenta convenciones sociales como la educación o la moralidad y que dan lugar a situaciones extremas, propias de un Larry David lobotomizado.
A destacar los primeros quince minutos de metraje, de gran originalidad, que articulan una introducción de extraordinario valor cómico. Y el numeroso plantel de secundarios, entre los que destacan Jeffrey Tambor, Tina Fey o Rob Lowe, desaprovechados en exceso en primacía de una trama romántica que convierte la comicidad inicial en mero vehículo anecdótico del relato romántico.
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