La década de 2010 ha dado al cine LGTB películas importantísimas como La vida de Adèle. Capítulos 1 y 2 (2013), Carol (2015) o Call Me by Your Name (2017), todas ellas impecables en sus formas éticas y estéticas, pero ninguna es tan extraordinariamente ordinaria como Con amor, Simón.
Ambientada en el tradicional instituto norteamericano, la cinta cuenta la historia de Simón, un adolescente en el armario que a raíz de una serie de sucesos virtuales se verá obligado a revelar su secreto alterando la normalidad de su vida y la de su grupo de amigos. Sí, puede parecer una serie de la MTV o del canal Warner, pero planteémenos una cosa: ¿alguna vez habíamos visto una historia protagonizada por personajes homosexuales en una película americana de un gran estudio que es Fox? La respuesta es no, tenemos muchos personajes del colectivo en el cine, pero siempre en películas pequeñas o como personajes secundarios con los que se tiende a bromear por esta condición.
Glee (2009-2015) ya ayudó a visibilizar al colectivo homosexual adolescente, pero lo hacía incluyendo a estos personajes en el grupo de los marginados e incomprendidos del instituto, subrayando esa diferencia, algo que en absoluto es negativo porque era la idea de la serie y lo hacía con todos sus protagonistas. La premisa de Con amor, Simon juega, evidentemente, con la dificultad de su protagonista de hablar de su orientación, pero está tratado con una normalidad impactante y para ello se echa mano del cliché.
El cliché es algo basado en los estereotipos. Estereotipos que cansan porque pese a no ser reales del todo, suponen un reflejo directo del mundo en la ficción; es por eso que el uso de estos tópicos en Con amor, Simon sea algo tan importante porque plantea que en esos institutos tan guays, con esas actividades tan molonas y gente tan guapa también hay adolescentes no heterosexuales. En todo este contexto introducir a un chaval homosexual en una familia no disfuncional, con su grupo de amigos y una vida feliz, supone todo un milagro para la sociedad.
Acostumbrados a historias totalmente heteropatriarcales, a veces no pensamos que no todo el mundo se identifica con ellas. Especialmente cuando son obras orientadas a un público juvenil, el proceso de identificación es importante y durante mucho tiempo el lado no heterosexual ha sido invisibilizado en las producciones mainstream y, precisamente, lo que hace tan grande a esta película es como habla de la homosexualidad de su protagonista sin ningún tipo de rodeo.
Aunque luego la película juegue con el tabú social que todavía supone la orientación no heterosexual, la construcción del personaje de Simon es extremadamente acertada porque, aunque él no exteriorice en sus círculos sociales su atracción por los hombres, en su interior jamás se reprime, se acepta como es y explora su atípica masculinidad observando a otros hombres, intentando entender el colectivo o a través de iconos LGTB como los musicales de Broadway (en su habitación tiene un programa de mano de Hamilton y en el instituto participa en un montaje de Cabaret) o a través de una maravillosa escena musical a ritmo de Whitney Houston.
Es alucinante el introspectivo trabajo de Nick Robinson, que después de verle en Jurassic World nadie daba un duro por él, ya que es capaz de actuar como cualquier muchacho de su edad, pero, a la vez y aunque lo sepamos, todos sabemos que tiene un secreto y con su lenguaje no verbal (sobre todo con la mirada) lo demuestra en cada plano de la película. Hay algo que le impide ser libre o respirar (como se dice en una de las escenas más bonitas de la película) y Robinson es consciente de ello y lo lleva a la pantalla con una interpretación tan discreta como lúcida. Es muy bonito saber que el hermano pequeño del actor hizo pública su homosexualidad mientras rodaba la cinta.
Quien busque arthouse, reflexiones filosóficas o cine experimental que se cambie de sala; en cambio, si se quiere disfrutar una película blanca, divertida, triste y llena de vida Con amor, Simon es su propuesta. No es, ni mucho menos, el prototipo de película indie americana pero sí tiene un vistoso esmero en su dirección de actores, fotografía (la paleta de colores es preciosa) y guión, además (como se lleva diciendo todo este texto) ya era hora de ver algo como esto en un multisalas. Con amor, Simon es un título mucho más importante de lo que parece: una película que ha llegado para cambiar la industria y que el cine necesitaba desde hacía tiempo.
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