En Otro País

En otro país: El cine, el turismo y tres faros

Para su decimotercera película como director el autor coreano Hong Sang-soo ha contado con la colaboración de la siempre magnífica Isabelle Huppert como centro de la pieza. A través de una narración aparentemente simple relata con una laberíntica estructura tres historias con una mínima conexión entre sí: los personajes siempre son los mismos así como las localizaciones, lo que cambia es el contexto que les lleva a estar allí.

 

La excusa argumental con la que facilitar semejante ardid es el guión que comienza a escribir una muchacha como forma de evitar el tedio que supone estar recluida en un pequeño hotel costero al lado de su madre. En este libreto ficticio se sucede la llegada de tres mujeres distintas con mismo aspecto a un hotel semejante al que se hospeda la chica. Cada una de estas mujeres (llamadas todas ellas Anne) es una turista francesa pero la primera es una directora de cine que está allí acompañando a un amigo también director y su esposa embarazada; la segunda aprovecha la escapada para encontrarse con su amante, un hombre coreano que se retrasa en su llegada; y la tercera nos trae de vuelta a la pareja de director y novia embarazada de la primera, con la salvedad de que esta vez Anne será una mujer que, acompañada por una amiga profesora de folklore coreano, viaja para olvidar el abandono de su marido.

 

En Otro País

 

Resulta una sinopsis mucho más difícil de explicar e imaginar que lo que finalmente se plasma en la pantalla. Gracias a una forma muy definida de narrar los hechos queda claro en todo momento qué se está contando y cómo se está haciendo. Además, el hecho de que la película esté en su mayor parte rodada en inglés (sin dejar de lado el coreano en determinadas secuencias) ayuda a entrar sin dificultades en el universo de la historia. Desde un plano superficial la película es tan bella como sencilla a pesar de lo enrevesado de su trama, casi tanto que encontrar un nexo emocional con lo que el director pretende transmitir exige mucho más al espectador de lo que el filme ofrece.

 

Con momentos de humor blanco crea la sensación de estar ablandando la propuesta para poder facilitar la inmersión, pero es cuando se rasga esa primera capa donde encontramos lo que habita en la mente del creador. Evitando resultar demasiado obvio, acaba por resultar opaco. Más allá de juegos de traducciones, dificultades idiomáticas o momentos de cotidianeidad tan espontáneos como verosímiles, es la atrayente figura del faro la que a lo largo de todo el metraje ofrece al respetable (y a la protagonista) la posibilidad de la ensoñación, del duro encontronazo con la melancolía. Sin embargo, el empeño por conseguir que todo espectador pueda empatizar con unos personajes tan coreanos deja en un plano tan alejado las sensaciones, que el encontrarse con ellas es demasiado arduo si la primera propuesta ha resultado satisfactoria.

 

Gran parte del éxito en la comprensibilidad de la traslación de la página a la imagen filmada también recae en la interpretación de Isabelle Huppert. Gracias a ella los genios de las tres Anne quedan delimitados como si de una marca de tiza se tratara. Dota a la primera de superioridad, encanto y sexualidad; a la amante de amor, seguridad y sensualidad; mientras que con la tercera encarnación consigue despertar el desconsuelo, la incertidumbre y el desconcierto. Todo ello en una sola actriz tan versátil como para poder interpretar a la misma mujer tres veces de infinitas maneras distintas.

 

Se sea amante del cine oriental o no, En otro país resulta una fórmula de fácil digestión, bella y portadora de una sonrisa; sin embargo, si el intento de encontrar algo más no termina por fructificar, la película puede parecer plana.

 

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