Dicen que tiene ecos de Hitchcock, puede ser; herencia del giallo, sí, pero quedándose en una copia sin gancho. Dario Argento, por ejemplo, ya utilizó el terror con ciegos y asesinos en El gato de las nueve colas (en la que fuera también su segunda película), que a posteriori se convertiría en una de sus cintas más recordadas. Sin embargo hasta aquí no hay mayor problema, toda película que se precie está influenciada de una u otra manera por otras anteriores. Incluso los parecidos con El orfanato se podrían llegar a aceptar.
El problema aparece cuando se trata al público como si fueran unos niños. Empezando por obviedades mayúsculas (como la identidad del asesino) y terminando por las trampas y giros inverosímiles de guión para salir del fregado más mal que bien. La causa es la de siempre, una historia poco trabajada, lo justo para que el productor de turno le dé el visto bueno, quien, al darse cuenta de lo que tiene entre manos intenta maquillarlo con una campaña publicitaria desproporcionada.
Sin entrar en detalles para no aguar las «sorpresas» que nos depara Los ojos de Julia, cabe destacar la aparición de personajes salidos de la chistera de un mal mago con la intención de explicar lo inexplicable y dar pistas falsas. La película es un continuo juego del nada es lo que parece, pero sabemos que lamentablemente todo es lo que parece.
A pesar de todo lo dicho hasta ahora, no hay que llevarse las manos a la cabeza (al menos no de momento), porque antes de llegar a la espiral de autodestrucción en la que se sume Los ojos de Julia a partir de la media hora de metraje, antes de que rompamos la entrada de la impotencia, sabedores de que no recuperaremos el dinero, antes de eso, Guillem Morales es capaz de ofrecernos detalles muy interesantes.
La atmósfera y tensión iniciales son bastante turbadoras. Sentimos como propias la angustia y progresiva pérdida de cordura de la protagonista ante lo que le rodea al ir disminuyendo poco a poco su capacidad de visión; somos testigos de como le afecta en su vida personal y la forma en que se va preparando para lo que es inevitable. Algunos planos subjetivos de lo que ve Julia, planos que se van oscureciendo o con caras borrosas, pretenden acentuar esas emociones.
Pero claro, cuando toca explicar que sucede y porque sucede es cuando se viene todo al traste. Así, a pesar del potencial planteamiento del que goza Los ojos de Julia, su desarrollo y resolución la hacen más merecedora de copar las parrillas de las televisiones los domingos por la tarde que de ocupar las salas de cine varias semanas.
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