Si el 21 Festival de Málaga ha tenido una figura a destacar por encima de las demás, esta ha sido la del mexicano Guillermo del Toro. El cineasta, aún resacoso de los éxitos que le ha deparado La forma del agua, tenía decidido dedicar este 2018 a sí mismo, alejado del frenético ritmo de los rodajes, reencontrarse con sus raíces, compartir su experiencia en conferencias y charlas por todo el mundo y disfrutar de un merecido descanso. Con el festival como telón de fondo, Málaga ha sido una de estas paradas, donde además ha compartido cartel con figuras como las de Ron Perlman, Fernando Velázquez o J.A. Bayona, muy cercanas a él. En este ambiente familiar tan propicio hemos tenido la oportunidad de charlar con el director acerca del Oscar, su visión del monstruo y su valoración del estado actual de la sociedad.
El Oscar
El momento clave es cuando viene el premio de director, que es el que alquímicamente me afecta más. Subes al escenario, te das la vuelta y ves mil caras que son como un catálogo de cine. Es muy hermoso ese momento, muy conmovedor. Y a nivel muy personal fue la primera vez que mi padre entendió mi oficio (ríe). Nunca lo había comprendido del todo y el Oscar era un asunto físico. Es muy bello, pero también pesado. Mi padre lo cogió y pienso que por primera vez entendió algo. No sé que cambió, los hombres mexicanos somos de pocas palabras en familia, pero sonrió de manera muy bella. Y ahorita, que es un momento crítico para él, de edad, de salud… ha sido un momento muy memorable para mí.
Lo heterodoxo no se quita con nada. No es gripa. No hay vitamina C para eso. Es la manera en que te relacionas tú con tu quehacer la que dicta eso. Desde hace muchos años siempre he tenido oportunidades para franquicias muy grandes, para esto o lo otro, y las tomo o no las tomo. Eso no cambia. Lo que es muy hermoso es que en 25 años llegues a esto con una coherencia con las otras películas. Eso es lo más importante porque la terquedad sostenida se convierte en estilo (ríe). Y eso es muy hermoso… Financiar estas películas es un acto de fe. Y requiere muchísima terquedad. Y ahora, llegar ahí, a una película que costó tres veces menos de lo que un presupuesto macro hubiera sido, con un género, con una película con una limpiadora muda, con un dios del río… eso es lo que a mí me satisface.
Identidad e industria en Hollywood
Lo importante es tener raíces y tener pasaporte. Las dos cosas sirven. La marginación más tremenda que hay es la automarginación temática. Si Bertolucci hace El último emperador y no es chino, yo declaro mi derecho de hacer lo que yo quiera. Eso es lo importante. La raíz y el pasaporte. Ahora, tú fíjate en una cosa, es muy simbólico que Alfonso (Cuarón) regresara a hacer Roma a México. Y que sea una película donde apuesta todo su oficio, su trabajo, todo su aprendizaje de décadas y lo haya puesto en una película mexicana. Yo acabo de estar en Guadalajara presentando con Bertha Navarro un documental sobre la desaparición de lo estudiantes en Ayotzinapa. Esos pudores que podemos tener de fuera no los tienen los cineastas americanos. Si Roland Joffé puede hacer La misión, yo también puedo hacer una película que suceda en Baltimore. El punto de vista mexicano es lo que no puedes evitar. Cuando veo lo que hace Bayona… puede tener una enorme admiración por la escuela de los 80 de narradores como Spielberg o Zemeckis, pero su punto de vista específico es muy español. De cinéfilo español. La manera en que puede conjugar estas referencias con otras… la cinefilia en España es bien hermosa para mí.
Con Bayona hay una amistad. La última vez que lo vi fue en el cuarto de edición de su película en Londres. Bayona es una máquina de hacer cine. Desde que lo conocí sabía que iba a hacer cine sí o sí. Con o sin ayuda. A Bayona lo sueltas en un paraje desértico y vuelves diez semanas después y tiene un estudio (ríe) ya puesto y un chiringuito para tomar cocacolas. Es una máquina. Y lo admiro y lo quiero mucho.
A la edad de 50 y tantos años se siguen aprendiendo cosas. Y una cosa que aprendí horriblemente es que si hubiera hecho La cumbre escarlata por 19.5 millones la hubieran promocionado por lo que era. Tendrían que recuperar 60 millones y la vendería como un romance gótico rarete (ríe). Pero como la hice por 50 y tantos, tenían que recuperar 150 y tantos y la vendieron como «película de terror» para que tuviera más convocatoria. Es lo que aprendí. Es decir, hay formas de meterte la zancadilla que no son tan evidentes, y fíjate nomás tantos años en esto y no vi esa zancadilla. Justamente es la diferencia, La forma del agua se hizo por 19.3 –teníamos 19.5 de presupuesto, pero terminamos 200 mil abajo. Y la película la pudieron promocionar como lo que es. La pudieron promocionar con una canción francesa, con imágenes máginas… no necesitaban decir (con voz gutural): «En un laboratorio secreto (ríe)… Ahora es la única esperanza… pum pum pum… Entre ellos y nosotros es él«. No hay un tráiler horripilante con explosiones. Eso es bien importante, porque si tú compras una tostadora y adentro viene una bolsa Gucci piensas «pero que tostadora más mala«. Y en La cumbre escarlata la caja decía otra cosa de lo que venía dentro (ríe). Cuando hicimos el primer presupuesto de La forma del agua y pregunté «por cuánto la puedo hacer y que la vendan por lo que es«, y me dijeron 16.5 si era en blanco y negro o 19.5 en color. Dije, «pues color«. (ríe).
Vuelta a casa
En la vida, aunque suceda, aunque no sea planeado, creo a nivel junguiano que nada es accidental. Para mí, el peregrinaje que hago después del Oscar son vueltas a casa. La primera visita es a mis padres. A mi ciudad. A hablar con estudiantes. A presentar un documental. A volver con mi productora Bertha Navarro, que es como mi madre del cine. Luego volver al Festival de Cine Fantástico de Bruselas (BIFFF) por un premio que se le dio a Cronos. Fíjate, con dos películas en las antipodas de mi biografía, la primera y la última, volverlas a ver juntas y darte cuenta que en las dos hay un personaje central femenino que podría ser la versión adulta del otro. Hay una capacidad en las dos películas de que hay que amar al monstruo, haga lo que haga. La cotidianeidad de llevar lo extraordinario a lo ordinario, poner a un vampiro en una cajita de juguete y poner a un dios acuático en una bañera. Y volver a casa al fantástico, volver a casa en familia y volver a casa en el cine español. Antes de venir al Festival (de Málaga) estuve en la Alhambra, pero también fui al Corte Inglés (ríe) y fui a comprar dvds y blu-rays. Estaba con el montón de películas en la caja y viene un chico y me dice «lleva todas españolas», «sí», respondo. Siento un afecto muy profundo por el cine español… Uno de los grandes cipreses de mi vida es Víctor Erice. Lo que yo sentí al ver a la criatura Frankenstein cuando era niño es exactamente lo que sintió Ana Torrent en El espíritu de la colmena. Es como si alguien escribiera tu biografía… se vuelve familiar. Y es una vuelta a casa.
Lo monstruoso
En la concepción de lo monstruoso o diferente es la búsqueda de la «comunalidad», o sea, para mí lo trágico es la ilusión de la diferencia. Esta diferencia viene armada por una estructura social, religiosa, política… que nos impide vernos unos a los otros. Siempre ha existido un aspecto espiritual del monstruo que no cambia. Si vas a una entrevista de Días de cine que hice hace ya 10 o 15 años, me pidieron que eligiera una de las escenas que más me afectaron. Escogí una imagen de La mujer y el monstruo… Tenía seis años, vi eso y entendí el amor. Y creciendo en un entorno muy católico entendí infinitamente mejor la noción de martirio con Boris Karloff cruzando el umbral en la película de James Whale, que por las imágenes religiosas de la catedral o del templo del expiatorio junto a mi casa. Hay una dimensión espiritual que no cambia.
Todo lo que yo he hecho, desde las grandes hasta las chiquitas, en algún momento, algún personaje o alguna cosa en ello es biográfico. Por ejemplo, Nomak en Blade II es completamente íntimo. La relación con su padre, todo este melodrama vampírico… Lo agarras desde el principio de que –para mí– el monstruo es el héroe. El monstruo es una figura a la que quiero ver con admiración, desde una visión esperanzada. Y para mí el más hermoso es el de La forma del agua.
Hellboy
Sé lo mismo que tú del Hellboy nuevo (ríe). Vi las fotos y el anuncio. Y ya. No puedo evaluarlo. Cuando vaya llegando un tráiler y así.. Es de Mignola. Mike es el que tiene que decidir. Yo no inventé Hellboy. Inventé el Hellboy que hizo s transición al cine basado en el cómic. Pero no es mío, es de él.
Donald Trump
Estamos en un momento de cambio de prisma de la realidad, de la mentira y la verdad, que afecta a las barreras estructurales que teníamos para entender el mundo; este es un momento postnarrativo que hace que nuestro oficio, el de los narradores: periodistas, escritores, directores de cine… sea ahora tan urgente e importante. La construcción de historias se ha vuelto tan variada, tan rápida y tan desechable que la única manera de volver a encarrilar la psique a nivel mundial es a través de narrativas que sean no desechables, no del momento, no de oportunidad, que sean narrativas en las que vaya todo lo que eres tú. No sé si a él esto le queda claro.
La forma del agua, por ejemplo, llegó en un momento en el que era urgente para mí hacer la película. Llevaba años queriéndola hacer. No sabía quien iba a quedar a nivel político, ni qué movimientos sociales iban a suceder. Pero sí sentía una sofocación y me urgía hacer una película que fuera una canción. Porque lo que yo siento que está pasando es que la ideología se está metiendo en espacios cada vez más estrechos de división, cada vez encontramos mayores razones para decir «nosotros y ellos» de manera absolutamente demoledora, porque nomás estamos nosotros. Y me urgía hacer una canción porque como artista, lo más arriesgado que hay ahora es la emoción. Si yo te digo, como artista, que no creo en el amor, piensas «que hombre tan sabio«. Pero si te digo que sí creo en el amor, dices «este gordo ñoño de que va» (ríe). La esperanza y la emoción son bien arriesgadas de abrazar ahora.
Cannes vs. Netflix
Recibimos muchísima más información de la que podemos procesar emocionalmente. Muchísima. Y eso lleva a una necesidad, a una resolución mucho más rápida de la que se necesitaría. Queremos que las historias salgan un lunes y el miércoles haya una decisión. Esa es la velocidad social que existe ahora. Este asunto no debería estar en una dicotomía, sino en un diálogo. Pero se llega a la dicotomía así (chasquea los dedos). Se atrincheran las opiniones muchísimo más rápido y creo que es un momento muy crucial, porque estamos teniendo una forma de entrega de contenido audiovisual y una forma artística que ocupan el mismo espacio y se necesita, insisto, un diálogo más que una dicotomía. Es una encrucijada importante. En cinco años o diez años vamos a voltear atrás y veremos que esta es una frontera que se está cruzando. Y me gustaría muchísimo pensar que a esa frontera se le ha dedicado dos o tres semanas más de diálogo en lugar de cerrarlo ahora.
La revolución feminista
La revolución de las mujeres en Hollywood la he visto desde el suelo, real. Oigo y veo diferencia en la manera en que se hace el diálogo, en la manera que se habla de la indusria, en la manera en que se comporta la gente en las reuniones… No será una cosa pasajera, es algo que va a provocar un cambio permanente. Pero lo importante ahora es extenderlo absolutamente a todos los campos. A nivel de titular puedes hablar de la industria del cine, pero sucede en los bienes raíces, las bancarias, las zapateras… No hay que quedarse con la satisfacción de que hay una industria que está cambiando, hay que cambiarlo en todas las industrias. Eso es lo importante.
Milos Forman
La muerte de Milos Forman es la muerte de uno de los grandes. Queda un vacío muy grande porque era un hombre que no solo era un gran cineasta a nivel narrativo, técnico y artístico, era absolutamente impecable y de un oficio increíble, sino que también era un hombre cabal, alguien que siempre fue fiel a su posición ante el mundo. Siempre estuvo del otro lado de la cerca del poder. Era contestatario, desmitificador; era un hombre iconoclasta. Y era un hombre que lograba comunicarse afectivamente a nivel muy popular, muy invasivo, pero no traicionaba sus principios.
Futuro inmediado
(¿Mi próxima película?) no sé, hay de todo, como en una botica. Hay una gigantesca, hay una rara y una más rara. Cuando me propuse hacer La forma del agua decidí tomarme un año sabático. Si ves las entrevistas que hice antes de que la película saliera, ya lo decía. Y en eso estoy. O sea, la película podría haber no funcionado para nada y me habría tomado el año sabático igual. Antes de hacer la película me dije «ya hiciste nueve, ¿para qué haces una décima? Tienes que hacer algo diferente«. A nivel humano quería algo diferente a las otras nueve. Hacer cosas que me dieran miedo, hacer lo más expuesto que pueda emocionalmente… Y me dije «después de eso, tranquilo, no saltes a la que sigue«. Antes la compulsión era de terminar una y a los dos meses saltar a la siguiente…
El rango de proyectos de presupuesto con FOX no creo que pudiera cubrir Las Montañas de la locura. Es una película grande, muy grande. De momento la razón por la que me cojo el año sabático es no tomar la decisión tan rápidamente. Lleva el proyecto tanto tiempo conmigo, más de una década, que sería como una pulsión y no. No quiero tomar la decisión así.
Productor
Ahora estoy produciendo dos proyectos. Uno con Karla Castañeda y otro con Issa López. Y hemos producido en México primeras obras de directoras. Cuando produzco, produzco para aprender. Quiero ver como buscan sus soluciones. Cuando estoy con Andy Muschietti y veo como rueda un plano de Mamá que me encanta, le digo «tío, no se me habría ocurrido nunca«. Claro que aconsejo y digo y ayudo, pero también aprendo. Con Guillem (Morales) en Los ojos de Julia tuvimos dos o tres juntas de preproducción y yo le decía «no entiendo absolutamente como lo vas a hacer. No creo que pueda funcionar como dices. Y voy a ayudar, coproducir la película para ver como soluionas eso«. Y lo solucionó. Él me dijo que durante los 20 minutos que Julia no puede ver, a la gente que entra y sale nunca le vamos a ver la cara. Dije que no iba a funcionar… y funciona. Es muy bonito eso.
Cuando un director europeo o latinoamericano emigra y hace una película en EEUU, una de las cosas que me gusta es, si se hace en inglés, que tenga una protección. Es importantísimo. Y hay una diferencia muy grande. Por ejemplo, tengo mucho menos pudor en defender a alguien que defenderme incluso a mí mismo. Uno de mis códigos de defensa es «yo lo pago» (ríe). El mío. Y con los otros digo «no, no, no. Déjenlo en paz. Va a pasar esto, tengan fe«. Y eso es importante también.
Una lección sobre cine y el mundo de la industria
No hay un mundo de la industria del cine, hay mundos de la industria del cine. Si tú eliges una sola carretera para llegar a algún lugar, te quedas con una sola industria, esa es tu opción. Pero lo hermoso es que puedes escoger filmar en Europa, filmar en Latinoamérica, filmar independientemente, filmar a nivel industrial… hay tantísimas opciones que ese es el único consejo que daría: No te cases con una sola manera de hacer cine. Porque el cine hay mil maneras de hacerse y mil maneras de verse. Por ejemplo hay películas que se han visto mucho menos que otras, pero cuya relación con el público es muy íntima, y para mí son muy íntimas. Lo importante es que tan personalmente la película afecta a alguien, no el número demográfico de cuantísima gente vio la película.
Cine hay tanto que lo único que diría yo es si alguien más está haciendo las películas que quieres hacer, quizás no necesites tan urgentemente hacerlas. Pero hay que hacer las que te urge ver porque nadie más las está haciendo.
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