«Desde entonces vivo preguntándome por qué razón no se acabó mi vida entonces«
Que vivimos en una época adicta al revival es algo innegable. Ahora bien, la llegada de las distintas plataformas de streaming ha propiciado que algunas obras tengan una segunda (y hasta una tercera o una cuarta) vida que nunca se creyeron posibles. Ahí están las series animadas de los Transformers, ahí las reuniones de los integrantes de tal o cual serie noventera (o los de Harry Potter más recientemente) y ahí está la reedición de filmes tan cercanos en el tiempo como el de la Liga de la Justicia que, como con todo el resto de estas cosas, estará muy bien para quien le guste o quisiera revisitar desde otra perspectiva tal o cual historia y pasará inadvertido para el resto. En cualquier caso, y volviendo sobre las revisiones de obras algo más antiguas, estas nuevas aproximaciones sirven para, en muchos casos, despertar el interés del espectador sobre el material original (el anime de Cowboy Bebop ha experimentado un subidón en audiencia desde que se estrenó su fallida serie de imagen real, tal y como les ha ocurrido a las películas de Spiderman previas a la etapa de Tom Holland) y aquí es donde plataformas y editoriales tienden a estar ágiles, más aún si lo original está ya prácticamente descatalogado y desaparecido.
La cada vez más próxima llegada de Spriggan a Netflix (de hecho, el anime debería haberse estrenado en 2021, pero su producción sufrió retrasos por el Covid-19) ha hecho que Panini recupere del almacén este manga de 1989 escrito por Hiroshi Takashige (aquí lo conocemos bien por Hasta que la Muerte nos Separe) y con dibujos de Ryouji Minagawa (Project Arms, Kaiô Dante) sobre un chaval de dieciséis años que trabaja para una corporación que intenta que poderosos artefactos de la antigüedad caigan en malas manos. del anime se sabe que está siendo producido por David Production (responsable de éxitos como Jojo’s Bizarre Adventure) y que sus personajes han ‘sufrido’ un ligero rediseño para adaptar su aspecto gráfico a los tiempos modernos, lo que queda por saber es si una historia con más de tres décadas tendrá buena cabida como serie de animación, o si necesitará de algunos ajustes para poder funcionar.
«Por lo menos podrías haberme concedido una cita antes de irte, mujer…«
La respuesta a ambas cuestiones, tras la lectura de este primer tomo, es sí y sí. Spriggan bebe del folklore y la religión de multitud de localizaciones a lo largo y ancho del mundo (en este primer tomo, sin ir más lejos, se habla del Megido que también veíamos mencionado en los números de Iron Man de este mes y del anterior y que hunde sus raíces en la tradición judeo-cristiana). Esto hace que la historia sea accesible para una audiencia bastante amplia y, para rematar, su ciertamente carismático protagonista y la frenética acción que se desarrolla en cada uno de sus capítulos (los jefes de Yu Ominae no deben ganar para tiritas) son buenos ganchos para una audiencia en busca de diversión inmediata y sin grandes ni profundos desarrollos argumentales. Por el otro… Spriggan es un manga de su tiempo, con algunos detalles que han envejecido mejor que otros. Una revisión de aquellas escenas que ahora ya no tienen el sentido o el humor que podrían tener antes se hace bastante necesaria. Para los chistes acerca del concepto de la feminidad que se tenía en aquella época los acérrimos seguirán teniendo el manga, sin que todo esto contribuya a nada en la pantalla a día de hoy.
Spriggan, al menos su primer volumen, es un producto cien por cien ‘Años Ochenta’. En chistes y visiones en la vida, sí, pero también en diseños, argumento y desarrollo. Puede parecer desfasado, pero a veces merece (y mucho) la pena leer mangas de esta época para ver de dónde beben los cómics japoneses actuales a la hora de plantear personajes, aventuras y universos.
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