«¿Lo de perder tan pronto los nervios es porque Alfa es demasiado blando contigo…?«
¿Puede una única viñeta empañar todo un tomo que parece funcionar a la perfección? ¿Puede una frase hacer que uno se replantee la dirección de un manga y comience a verlo de otra forma? La respuesta, por desgracia, es afirmativa y el ejemplo perfecto lo tenemos entre las manos ahora mismo. En sus primeras páginas Hasta que la Muerte nos Separe #2 sigue con la trama en el punto donde lo dejó su primer tomo y nos lleva a la noche japonesa con los héroes tratando de acabar con la organización que ha puesto en peligro la vida de Haruka sin saber muy bien dónde se está metiendo. En mitad de toda esta situación Mamoru comienza con la frase que dejo en puntos suspensivos al principio de este artículo y la termina con un tajante ‘¿… o es porque eres mujer?‘.
Vale que el salto de calidad que ha dado la lucha por la igualdad se ha dado en fechas relativamente recientes, pero 2005 (fecha en que dio comienzo este manga) no nos pilla tan lejos y no justifica expresiones de este calibre (imagino que la gente de ECC habrá sudado tinta a la hora de traducir esto y editarlo). Tras la primera impresión de incredulidad, mi siguiente reacción al leerlo ha sido la de buscar una explicación (por aquello de contextualizar y no verter opiniones como si esto se tratase de la verdulería que es Twitter). Me digo: ‘Igual esto tiene que ver con la idea del autor de presentarnos a un protagonista que no se aleja demasiado de la villanía‘, pero entonces comienzo a analizar el papel de los personajes femeninos en esta historia y se me viene todo abajo.
«Para que jamás olvides el error de cálculo que cometiste una vez«
Sierra, la mujer con entrenamiento militar que vino como un apoyo puntual y se ha terminado convirtiendo en un miembro recurrente del reparto participa activamente en los momentos de acción, las persecuciones y batallas, hasta ahí bien, pero no ha tenido en estos dos tomos (cuatro en la edición original) ningún momento verdaderamente decisivo y parece estar más de florero y a remolque de lo que hacen los dos hombres del equipo (de hecho, es ella la receptora de la frase de la frasecita de marras). Las ideas nunca salen de ella y se limita a asombrarse de la capacidad de toma de decisiones del resto de protagonistas. Aparte de hacer de niñera, poco más la hemos visto hacer. En cuanto a Haruka, su peso específico es mucho mayor (faltaría más, es protagonista junto a Mamoru), pero por la dirección en la que ha ido hasta ahora la trama, su principal tarea ha consistido en dejarse proteger y ayudar de cuando en cuando con frases dirigidas al auténtico protagonista del manga: el espadachín ciego.
Además, cuando los dos personajes femeninos hablan entre ellos, como en toda peli viejuna, lo hacen para referirse a Mamoru, con lo que sus vidas quedan girando alrededor de las de éste y apenas se pueden entender de manera independiente a la de él. Un verdadero desastre a la hora de plantear la participación de personajes femeninos que queda definitivamente retratada en imágenes como la que ilustra este artículo y en la que vemos a los principales caracteres de este tomo, con una proporción, distribución espacial y gestual muy descriptiva.
¿Significa esto que no recomiende esta lectura y que yo mismo vaya a abandonarla? No, de momento. Haruka aún tiene un margen de crecimiento inmenso que el autor haría bien en explotar y me niego en redondo a creer que Sierra vaya a limitarse al papel que la hemos visto interpretar hasta el momento. Encima hay que tener en cuenta que el manga se extendió hasta 2015, la historia aún tiene mucho por desarrollar y las circunstancias pueden cambiar mucho (y ningún manga dura diez años como un monumento al machismo). Aún así la interesante historia que se nos plantea en este segundo todo queda empañada por una serie de elecciones que, lamentablemente, vemos muy a menudo en el conjunto de las creaciones culturales del país del sol naciente. ¡Ay Japón, lo que te queda por construir!
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