Hay un error muy común entre muchos realizadores españoles y es el de no saber hacer algo propio y simplemente imitar lo que han hecho otros anteriormente. Una cosa es imbuirse, tomar influencias, cosa inevitable y muy enriquecedora si cada uno lo lleva a su terreno y crea algo nuevo. La otra está en la copia, maquillar la falta de una impronta personal aduciendo que se está adaptando o inspirando, cuando realmente se trata de eso, de un intento de calco. Un intento que se queda ahí, porque es imposible que salga algo igual. Y generalmente tiende a ser peor.
Es la eterna historia de seguir las modas. En demasiadas ocasiones he escuchado eso de: «¿Has visto lo que hacen en esa peli? Mola un montón. En mi próximo proyecto voy a hacerlo también». Como algo es interesante y está bien hecho ya vale, se coge y se traslada casi sin criterio o sin haberlo interiorizado, obteniendo un resultado? digamos, raro. He aquí, como en tantas otras películas, el principal ?y puede que mortal? error de Tensión sexual no resuelta.
El film de Lamata no se queda en la estructura y en la narración, sino que la misma fotografía del mismo tira en esa dirección. Tiene unos tonos muy luminosos y pasteles, no sugieren ninguna cercanía con el espectador. Tensión sexual no resuelta cuenta, eso sí, con muy buena factura. Se nota que Miguel Ángel Lamata ha contado con medios técnicos para dar vida a su guión. Pero claro, por muy buenos movimientos de cámara que haya, si la historia falla, poco se puede hacer.
La dirección que toma la narración es errática. Entramos en muchos laberintos que se recorren para llegar al final optimista y tradicional (podría decirse que hasta conservador) de las comedias españolas. Le falta garra y decisión. El tercer acto en concreto es un desastre. Cuando parece que se va a acabar la película, surge algo más. El cambio de ideas es constante para llegar (como ya advertimos) a la solución conocida largo tiempo atrás. Tanta vuelta de tuerca termina por conformar un guión surrealista, demasiado alambicado para lo que cuenta. Una trama simple y cotidiana se convierte en casi una carrera de obstáculos por ver hasta donde se puede estirar. El efecto conseguido no puede ser otro que la nula identificación con los personajes.
Cierto que dentro de tanta complicación deja escapar pequeñas dosis de genialidad y digna parodia como son el profesor bailando en la fiesta universitaria (muy sutil, la cámara pasa sin centrarse demasiado en él, queda como un elemento extraño muy divertido) o la obra teatral «Romeo y Julieta 3000».
Los protagonistas de la cinta son grandes exageraciones, están demasiado alejados de la realidad. Además están muy marcados por los tópicos y las caricaturas. Aquí, y pese a todo, es de recibo reconocer el trabajo de dos de los actores del plantel: Norma Ruiz (Jazz) y Miguel Ángel Muñoz (Nardo).
Por más que se trate de una película coral, Norma se erige como la protagonista del film. Todo gira en torno a ella. Y no defrauda, el cambio de registro del que nos tenía acostumbrados en la serie Yo soy Bea convence y mucho. Miguel Ángel Muñoz, por su parte, tiene el mejor papel de todos. Su caracterización es la más lograda, cambiando su tono de voz y atreviéndose a cosas que no cualquier actor aceptaría.
Del resto de actores como Salomé Jiménez o Fele Martínez poco se puede comentar. Están bien, pero redundando en ideas ya expresadas anteriormente, si el guión es flojo, poco se puede sacar de él. Mientras, Joaquín Reyes y Santiago Segura hacen lo de siempre. Mención, en este caso negativa, hay que darles a Amaia Salamanca y Pilar Rubio (aunque no por su trabajo) y es que están de ornamento. Son los efectos especiales del film, que en España son con mucha frecuencia el presumir de tipo y atributos, en contraposición a los FX americanos.
En este sentido no es descabellado hablar de Tensión sexual no resuelta en términos de cierto machismo, tópica y muy caricaturesca en cuanto al sexo.
Es muy curioso el tratamiento que se hace de la homosexualidad en la cinta. Las lesbianas realmente no lo son (o como mucho son bisexuales), en cambio los gays sí lo son. Hay un retorno en cuanto a la mujer. La película empieza con dos chicas que se lían entre ellas y termina con dos hombres haciendo lo propio. La chica insatisfecha se convierte en una bomba sexual tras un affaire con otra mujer. Por el contrario, en el caso del hombre se da a la inversa: se nos presenta un macho muy activo sexualmente que se convierte en un gay sumiso.
Se nos pone delante de nosotros los estereotipos y visión masculina del oso y las féminas bisexuales. Incluso se pone en boca de las protagonistas femeninas frases que más bien pensaría un hombre del tipo de: «Yo soy una mujer ¿no? Puedo ser una madre y también una puta. ¿Entiendes? Madre? puta? ¿Qué tengo que hacer para demostrártelo?»
Tensión sexual no resuelta es, por tanto, una película fallida en todos los sentidos, con algún apunte interesante (algunos momentos cómicos y determinadas interpretaciones); pero que pone en duda la calidad de nuestro cine. Aún así, ingredientes parece que no le van a faltar para hacer una buena taquilla.
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