El mundo de la animación vive como ningún otro de la secuela. Desde aquellos simpáticos años noventa en los que todas y cada una de las producciones animadas tenían su continuación en el mercado del VHS la cosa ha avanzado a un ecosistema en el que cualquier película que funcione moderadamente bien en taquilla termina teniendo una o varias continuaciones en pantalla grande. Esto ha derivado en un estilo de hacer películas en el que ninguna historia termina de cerrarse del todo (salvo honrosos casos), pero en el que siempre tenemos la oportunidad de revisitar universos que nos encantaron y personajes que conquistaron nuestros corazoncitos.
La primera película de Hotel Transilvania (Genndy Tartakovsky, 2012) se convirtió en uno de esos éxitos que nadie espera. La idea era simpática (un hotel para los monstruos clásicos del cine y del imaginario colectivo) y el aderezo de un extraño (un turista humano) tenía su áquel, pero la clásica idea a lo Romeo y Julieta de amor entre bandos enfrentados ya sonaba bastante más manida. Sin embargo, Johnny caía muy simpático dentro de su vacío cerebral, y las situaciones y, sobre todo, la genial animación de la cinta se encargaban de hacer el resto. Tanto que en España la distribuidora decidió jugársela destrozando el doblaje y ni así dejó de funcionar. A ésta le siguió una segunda y olvidable entrega y ahora vuelven una vez más los mismos personajes para una tercera parte que, sin volver a ser lo que fue el filme de hace seis años, se cocina rápido, se digiere veloz y nos permite pasar hora y media del caluroso verano en el cine sin complicarnos demasiado en pensar y con una buena dosis de aire acondicionado en temperatura polar.
La cinta, sin embargo, tiene un par de peros. El primero, una vez más, vuelve a ser el del doblaje. Vale que Santiago Segura (que ya tiene algunas tablas) hace a un decente Drácula y que Arturo Fernández, con dos o tres frases en toda la película, no desentona como Vlad, pero Macarena García sigue sin funcionarme como Mavis y como ella van varias de las ‘celebrities‘ contratadas en detrimento de los excelentes profesionales del doblaje de este país.
El otro viene de una parte central excesivamente paradita y predecible. Cuando uno quiere reseñar este tipo de películas viene muy bien entrar al cine con chavales (el público objetivo) y he de decir que en el pase familiar que organizó Sony para esta ocasión gran parte de los infantes terminó desconectando y dedicándose a otras cosas durante una buena parte de la trama y hasta el último acto que, éste sí, recupera el ritmo y el ambiente divertido que caracterizó a la primera entrega.
Con todo, Hotel Transilvania 3: Unas vacaciones Monstruosas es un producto entretenido que trata de gustar a pequeños y a mayores y que no cae en ridículos que avergüencen al tratar de acercarse a cada público. Trata temas tan interesantes como la vuelta al amor tras la pérdida y las nuevas formas de ligar y no resulta nada cargante en los momentos ‘parejiles’ que nos presenta. Resulta un muy buen entrante para la temporada de cine de animación veraniego para aquellos que no estamos en la playa.
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