La película cuenta la historia -bastante manida pero que siempre resulta interesante, si se hace bien- de un padre que por casualidades del destino se ve forzado a criar él solo a su hija. Para que a ésta no le falte de nada decide ser papá y mamá a la vez.
Lo que acontece finalmente en la pantalla es un producto muy bien acabado, con una cuidada puesta en escena -aunque también escasa, ya que la mayor parte de la película está sustentada en primeros planos-, una música bastante efectiva -compuesta por Leiva, el 50% de Pereza– y una interpretación maravillosa de prácticamente el plantel completo de actores.
Pero vayamos por partes, la película aborda muchos temas complicados, el transformismo, la homosexualidad, la homofobia, la paternidad… y no en todos ellos sale bien parada. Por un lado, no queda claro si el personaje de Juan Diego Botto es homófobo en el primer tramo de la película, da la sensación de que intenta transmitirnos eso, pero al menos yo, no me lo he creído del todo. Por lo tanto, la transformación que sufre el personaje no es tan rica. Además, la niña le pide muy poco para que él acceda a jugar a su juego, aunque esto sería salvable por lo dramático de la situación. En cualquier caso, estos problemas tampoco hacen de ella una mala película ya que la trama central, la idea que me vino a la cabeza principalmente a la hora de ver el filme fue lo que es capaz de hacer un padre por su hija, y ahí la película no falla. Por mucho que sea un padre muy trabajador que no pasa todo el tiempo que debería con los suyos, sigue siendo un padre que quiere a su hija, eso está plasmado en la pantalla y es suficiente justificación.
Cabe señalar negativamente el papel interpretado por Najwa Nimri, no porque esté mal -aunque su peinado sea horrible- si no porque su personaje aún resultando un nexo de unión importante parece un poco metido con calzador.
Así pues, Achero vuelve a aprobar con nota alta en gran medida gracias a los actores, y en parte por la valentía y el atrevimiento. También se agradece enormemente que no abuse de los momentos lacrimógenos, que pese a tenerlos, son los justos y necesarios.
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