En un intento de tomar una cierta perspectiva respecto a la colección y huir del entusiasmo desmesurado que parece invadir a todo aquel que la lee y sigue mes a mes sin dar tiempo a que el guion se pose y salgan a relucir sus posibles carencias… sí, vamos a dar un poco de cera a Injustice. El medio año que analizamos en este artículo da buena cuenta de los defectos, y virtudes, de la serie escrita por Tom Taylor y dibujada, entre otros, por el español Bruno Redondo.
Injustice: Gods Among Us es un total desparrame de acción. Con el tiempo ha demostrado ser una historia muy en la línea del universo ultimate marvelita, en el que los grandes personajes de la editorial pueden ser llevados al extremo sin importar las consecuencias. Tan pronto un Reed Richards es convertido en peligroso supervillano como Metrópolis es arrasada por una bomba atómica. Liberados de la continuidad y de una masa de fans puristas que se escandaliza cada vez que Superman cambia de peinado, Taylor ha podido, entrecomillas (no olvidemos que la historia no deja de ser la precuela de un videojuego, es decir, ya conocemos qué acontecimientos tienen lugar, solo nos falta saber el cómo), jugar con los personajes a su antojo.
La principal consecuencia derivada de esto es que los personajes mueren como moscas, héroes y villanos. ¡Eso sí! los hay intocables, y personajes como Batman parecen inmutables estén en el contexto que estén. El riesgo al final no es tanto. Y esa impresión de novedad y de estar ante algo de carácter impredecible se diluye a medida que avanzan los números, descubriéndose una estructura interna muy férrea en la que no hay lugar para la libre circulación de ideas.
Cada entrega se centra en un determinado personaje con la sombra del conflicto entre las cabezas de ambos grupos (Batman y Superman) como telón de fondo. Que si Shazam, Lex Luthor, Átomo, Green Arrow… eso hay que reconocérselo a Taylor, cada personaje tiene su minuto (o número) de gloria. Y entre medias Flash y Wonder Woman, los actores que presentan un mayor atractivo a nivel argumental. El primero por las dudas que se plantea en torno al rumbo que van tomando las cosas; la segunda porque está pervirtiendo todas sus creencias.
Injustice vendría a ser algo así como los Transformers de Michael Bay. Prima el espectáculo ante todo, prestándose mucha más atención a lo visual que a la historia. Los hechos se suceden de forma apresurada y sin dar un solo respiro al lector y es obligatorio que cada número nos tenga reservada una sorpresa, ya sea en forma de la muerte de algún personaje o la revelación de un plan oculto. Cada entrega compite con la anterior para lanzarse el órdago más grande. Todo vale por mantener el interés de su público.
Es, en definitiva, un cómic de fácil digestión y fácil olvido. Salvando las distancias y dejando a un lado la vena nostálgica, un buen referente del tipo de entretenimiento ante el que nos encontramos sean las Secret Wars de Marvel, aquellas en las que un grupo de héroes tenían que darse de tortas con otros tantos villanos para el disfrute de un misterioso ser venido de otra dimensión. Con más sangre y sentido de la tragedia (al estilo también de uno de los últimos blockbusters de la Casa de las Ideas, VvX), Injustice ofrece más o menos lo mismo: héroes dándose de mamporros entre ellos.
Ha de haber productos para todo tipo de públicos y ocasiones. Injustice: Gods Among Us que durante su primer año se ha presentado como un relato de envoltorio espectacular y rápido consumo. No pasará a la historia como uno de los grandes clásicos del cómic de superhéroes, pero nos garantiza unas cuantas horas de diversión.
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