Ahora que las colecciones de Grant Morrison y George Pérez llevan publicándose varios meses y podemos hacernos una idea del enfoque que le han dado a Superman en el contexto del nuevo universo DC, ha llegado el momento de echar un vistazo al Superman ideado por John Byrne en 1986. En esta, como en aquella, la reinterpretación del héroe kriptoniano vino precedida de un gran crossover que pretendía acabar con el lastre de décadas de continuidad y con unas series desgastadas por el paso del tiempo.
Así, tras Crisis en Tierras Infinitas, el artista británico tenía carta blanca para plasmar su visión del hombre de acero. Primero con una miniserie de 6 números que aborda todo el proceso de transformación del joven Clark hasta ser el mayor héroe de La Tierra y luego con una serie regular en la que estaría hasta el número 22.
Con Zack Snyder oscureciendo al personaje como si de un Batman cualquiera se tratara y con Morrison enarbolando la bandera de la indignación ciudadana en los nuevos tebeos, el tono más colorido y un poco ingenuo de Byrne es todo un refresco que defiende la identidad de Kal-El en un tiempo (el actual) marcado por el pesimismo. La realidad y el cine se han vuelto unos condicionantes dictatoriales que cortan a (casi) todos los superhéroes con el mismo patrón, y es difícil encontrar a alguno que tenga plena autonomía (caso de Wonder Woman, si nos centramos en DC). Por ello, los clásicos como el que nos ocupa en estos momentos pueden ser un buen refugio.
Quizás lo más interesante del Superman de Byrne en contraposición al que nos ha presentado Morrison sea que Superman es la máscara bajo la que se esconde Clark Kent. Uno de los aciertos de la nueva colección fue humanizar a este dios en la tierra, lo acercó a la gente. Pero siempre como Superman. Kent no deja de ser la piel con la que se disfraza. Como hacen Batman o Capitán América con sus identidades civiles. Ellos son el símbolo que dicen representar. Para John Byrne, en cambio, Clark Kent es la esencia del personaje, y Superman es la forma que adopta para inspirar. El símbolo es una herramienta. El ejemplo más recurrente al respecto es Peter Parker. No se trata tanto de elección sino de responsabilidad. La máxima de «un gran poder conlleva una gran responsabilidad» es la que define a este alienigena de corazón terrícola.
En este primer tomo recopilatorio de ECC (que incluye la miniserie originaria y el primer número de la serie regular) se analiza idiosincracia del personaje. Y uno de los aspectos más determinantes es la decisión de que sus padres adoptivos, John y Martha Kent, sigan vivos.
Los seis capítulos de esta miniserie son autoconclusivos y se centran en distintos rasgos de Superman, en las fases que van construyendo sus bases. Así, nos encontramos con su nacimiento (este Superman se gesta en una matriz artificial en Kripton pero «nace» cuando aterriza en Kansas), descubrimiento de sus poderes y adopción de una identidad secreta para proteger a su familia; con su llegada al Daily Planet y presentación de Lois Lane; su acoplamiento al universo DC con la aparición de Batman; la génesis de su enfrentamiento con Lex Luthor; y el conocimiento de su origen kriptoniano.
Este recorrido se resume fácilmente en la última frase de la viñeta final: «Krypton me hizo Superman… ¡¡Pero es La Tierra la que me hace humano!!»
El tomo tiene un carácter bastante lúdico, con tramas sencillas, de corte muy clásico, y que se leen con gran rapidez. Han pasado 26 años desde su aparición y es posible que el lector más crítico, habituado a tramas más densas con dobles lecturas por doquier, perciba cierta simpleza en las historias de Byrne. Y es así, en su forma (a este respecto la influencia del film de Richard Donner está muy presente), pero el contenido esconde mucho más de lo que parece. Afirmación esta que queda plenamente justificada con Lois Lane, una mujer que a pesar de seguir la horrorosa moda de los 80 se muestra muy temperamental, firme en sus convicciones y con una independencia que ya querrían para sí muchas feministas de boquilla. Floreros como Mary Jane (Spider-Man) o Carol Ferris (Green Lantern) tendrían que tomar nota.
En un momento de cambio como el que vivimos, en el que los referentes empiezan a confundirse y donde la identidad de los mismos se diluye sin remedio por culpa de las modas y la economía, la personalidad, la rebeldía, es un valor a reafirmar. Y la independencia de este Superman lo convierte en un rebelde.
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